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La filosofía en la edad moderna: introducción.

Introducción a la filosofía moderna.

 

1. La cultura moderna.

 

La edad moderna de la historia universal comienza en el siglo XV y se la suele considerar concluida en el siglo XVIII. Es corriente poner como hecho inicial la caída de Constantinopla en poder de los turcos, o también el descubrimiento de América. El hecho terminal estaría en la revolución francesa, que abre la edad contemporánea. Filosóficamente, la edad moderna se abre con el renacimiento y no concluye hasta bien entrado el siglo XIX, cuando se inicia la lucha contra el positivismo.

 

Adviértase que entre las edades de la historia no se da una discontinuidad total y de raíz. La filosofía moderna seguirá siendo tributaria, en gran parte, de la filosofía medieval. Suele decirse (no con mucho rigor) que la filosofía moderna comienza repudiando la filosofía medieval y preconizando una vuelta al saber clásico. Sería la época del renacimiento, caracterizado por la secularización de la filosofía. Pronto se siente la insuficiencia de las nuevas filosofías renacentistas y se intentan diversas construcciones filosóficas fundamentadas en la teoría del conocimiento. Es la época del "racionalismo" y del "empirismo", con quienes se inaugura la filosofía moderna. Mientras tanto, se produce en España un genuino renacimiento de la escolástica. En la confluencia del racionalismo y del empirismo se origina la ilustración. Pero la síntesis del doble movimiento no se da propiamente ensayada hasta que aparece la obra crítica de Kant, constituyendo el nuevo sistema del idealismo trascendental. Kant será a su vez superado por el idealismo especulativo que se bandera del lado de la racionalismo. Surgen después los adversarios y los continuadores del idealismo alemán, hasta que las filosofías se resuelven o disuelve en el positivismo, que extrae las últimas consecuencias del empirismo, y con él hemos considerado concluida la edad moderna.

 

 

2. Caracteres de la filosofía moderna.

 

La sola consideración del variado contenido de la filosofía moderna, tal como queda enunciado, nos advierten suficientemente de la dificultad de señalar caracteres definidos y comunes. Optamos por describir el proceso seguido por la filosofía a lo largo de la edad moderna.

 

La filosofía llamada moderna se abre con el doble movimiento del racionalismo y el empirismo. Urge advertir que, en sus acepciones fundamentales, "racionalismo" y "empirismo" son expresiones radicadas en lo noético y carentes de significación ontológica. Se trata de actitudes filosóficas que expresan peculiares modos de entender el conocimiento humano y no las teorías ontológicas sobre las cosas mismas. Opuestas entre sí, no se oponen a otras actitudes como el realismo y el idealismo. Por el contrario, pueden ser (y lo han sido) con cada una de ellas conjugadas. No siempre se ha hecho aquella necesaria distinción. Por eso se han caracterizado el racionalismo del empirismo como si fueran idealistas, intentando oponer la modernidad filosófica (idealismo) a la filosofía antigua y medieval (realismo). Hoy sabemos, empero, que ni la vía modernorum del problema filosófico se inicia en la edad moderna de la historia de la filosofía, ni la filosofía moderna se separa radicalmente de la medieval, sino que la prolonga, deformándola.

 

Empirismo y racionalismo son, por de pronto, dos actitudes noéticas vinculadas a la intuición concreta como única vía de acceso a la realidad. La intuición había sido, para Ockham, postulada. Se hacía preciso, justificarla. La justificación de la intuición concreta en el orden del conocimiento, con la consiguiente eficacia para entregarnos la realidad en su mismidad ontológica: he ahí la preocupación inicial de la filosofía moderna. La oposición, entre racionalismo y empirismo, surge de la oposición entre intuición racional e intuición sensible. Y esta última oposición, cada vez más acentuada, lleva inviscerada a la contraposición alma-cuerpo en el sujeto cognoscente. Para el empirismo inicial (Hobbes), el hombre será solo cuerpo y, cognoscitivamente, sensibilidad-intuición sensible. Para el inicial racionalismo (Descartes), el hombre será sólo alma y cognoscitivamente razón-intuición racional. Producto de una u otra intuición son las ideas. Justificadas ambas intuiciones por el empirismo y racionalismo, se postula, como exigencia inadvertida de la justificación misma, que la realidad ontológica esta exacta y fielmente representada en la idea. De aquí que la idea sea la misma cosa concebida (racionalismo) o su exacta traducción en la mente (empirismo). Por eso también, el racionalismo buscara en la idea los elementos formales y materiales de la realidad, y el empirismo indagara en la realidad de los elementos materiales y formales de la idea estos dos movimientos se cerrarán cada uno sobre sí mismo.

 

Sus figuras principales (los racionalistas Descartes, Malebranche, Espinosa y Leibniz y los empiristas Hobbes, Locke, Berkeley y Hume) vendrán a ser las cuatro dobles modulaciones personales de un doble sistema conclusivo: el sustancialismo metafísico y el ametafísico actualismo.

 

La filosofía moderna sólo ensayará nuevas rutas cuando, en la segunda mitad del siglo XVIII, Kant, despertando del "sueño dogmáticos" (racionalismo) por el "privilegio del escéptico" que invocara Hume (empirismo), dedicó sus vigilias al examen de ambos movimientos y descubrió la insuficiencia de sus respectivos puntos de partida. Lo grave del caso está en que Kant no se abrió al reconocimiento de que los mismos datos iniciales del racionalismo y el empirismo habían sido tomados de prestado, y que el prestamista llevaba el nombre de nominalismo, por lo que no pudo advertir que aquella insuficiencia era verdaderamente radical. Y así acometió la tarea de sintetizarlos. Pretendiendo superarlos, puso los elementos materiales en la realidad exterior y cargo las formas en el haber del sujeto cognoscente. Resultado sería que lo producido ahora no será ya la idea, sino el objeto mismo del conocimiento. El idealismo irrumpe así la historia con paso decisivo.

 

Hoy sabemos que Kant necesitaba despertar no de un sueño filosófico, sino de dos: del sueño dogmático y del sueño escéptico. En el sueño dogmático del racionalismo le había hundido la ilustración alemana en la que se formó. En el sueño escéptico del empirismo le sumió, momentáneamente al menos, la ilustración francesa, cuyas primeras consecuencias prácticas le proporcionaron íntimas satisfacciones.

 

La ilustración nos aparece así como legítimo encauzamiento de una doble corriente remansada en la primera mitad del siglo XVIII. Los pensadores de esta época vienen a significar las pilastras sobre las que la historia construirá el puente kantiano entre racionalismo y el empirismo. Con ello quedan señalados el origen y la meta de la ilustración. No se piense, que la ilustración es una de esas épocas de la historia que se llaman de transición. Aunque sea preciso denunciar como ilusión la creencia de los propios filósofos ilustrados en la desmesurada originalidad de la época que constituyen; aunque sus ideas, faltas de consistencia y vitalidad, fueran pronto barridas de la vigencia filosófica, será preciso reconocer que la ilustración de tal modo transfigura la herencia doctrinal que recibe y hasta tal punto orienta a la practicidad el quehacer intelectual, que ni le faltan caracteres definidos ni carece de repercusiones históricas para constituir un periodo con fisonomía propia. La ilustración es sustancialmente diferente los periodos históricos que inmediatamente la preceden y la siguen.

 

Dos posibilidades se ofrecían a la filosofía después de Kant. Consistía la primera en desarrollar la función creadora del espíritu, de la razón autónoma y absoluta para seguir su manifestación y realización, recobrando la metafísica. De esta manera, por la vía del racionalismo se transformaría el idealismo trascendental en absoluto. Fue la obra de los idealistas alemanes Fichte, en Schelling y Hegel.

 

La segunda posibilidad, con una mayor aparente fidelidad al kantismo, tras el renunciamiento a la metafísica, trataría la realidad con el método científico, físico-matemático, y convertiría a la filosofía en meras síntesis de los resultados de todas las ciencias particulares. De esta forma, por la vía del empirismo, se iría a parar al materialismo (Feuerbach, Marx, etc.) y al positivismo (Comte, Stuart Mill, etc.) dos posiciones con frecuencia paralelas e interferidas. En estrecha alianza con ellas surge el evolucionismo (Darwin, Spencer, etc.), que parece suplantar definitivamente al idealismo.

 

En la lucha contra el idealismo absoluto de base racionalista estuvieran empeñados otros importantes pensadores que pueden ser agrupados bajo el nombre genérico del irracionalismo. Schopenhauer, Maine de Biran, Schleiermaker, Kierkegaard. El irracionalismo, en conjunto con el evolucionismo, tendrá posteriormente como representante era Nietzsche y, derivando hacia el historicismo y el relativismo, a Dilthey y Simmel.

 

Reaccionando al mismo tiempo contra el positivismo reinante en su época y contra el idealismo precedente, una serie de pensadores aislados intentan construir, partiendo de las ciencias experimentales, una metafísica inductiva que alcance, al menos con conocimiento probable, la esencia del mundo. Tales son, entre los alemanes, Herbart, Fechner, etc. Deben ser citados también los franceses: Coussin, Paul Janet, Lachelier, etc.

 

Reaccionando también contra el idealismo alemán se produce en España la restauración de la filosofía escolástica. Inicia el movimiento Balmes, con poderosa influencia en Europa, singularmente en los italianos Tongiorgi y Palmieri.

 

 

3. Esquema de los principales periodos.

 

La edad moderna se arquitectoniza históricamente en los siguientes períodos:

 

1. El renacimiento del humanismo griego.

2. El renacimiento escolástico.

3. El empirismo.

4. El racionalismo.

5. El iluminismo.

6. El idealismo trascendental.

7. El idealismo absoluto.

8. El materialismo.

9. El positivismo.

10. El evolucionismo.

11. El irracionalismo.

12. La metafísica inductiva.

13. La restauración escolástica.

 

 

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