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La filosofía en la edad antigua: época Helenísticorromana.


 

 

El epicureísmo.

 

 

1. La escuela del jardín.

 

Epicúro de Samos (341-270), fundó en Atenas la escuela del jardín, llamada así por haber sido establecida en el jardín de su propia casa. La escuela durará hasta el siglo IV en constante fidelidad a las enseñanzas del maestro. Dos clases de influencia determinan la filosofía de Epicuro: la doctrina moral de los cirenaicos y el atomismo de Demócrito. El epicureísmo es, en efecto, el intento de fundamentar la ética de la canónica (teoría del canon del conocimiento) a través de la concepción ató mística de la física.

 

Sus principales discípulos fueron: Lampsaco, Polineo, Leonteo, Colotes, Idomeneo y Hermarco. Influencias del epicureísmo pueden advertirse en los poetas romanos Virgilio, Ovidio, Horacio y, especialmente, en Lucrecio.

 

De las 300 obras que se atribuye a Epicuro, sólo conservamos algunas cartas y escasos fragmentos, juntamente con la obra "sobre naturaleza", todavía no completamente descifrada y publicada en mínima parte.

 

 

2. La filosofía y sus partes.

 

La filosofía epicúrea es, principalmente, ética. Y esta es la ciencia de la felicidad. Mas como la felicidad no se consigue sin desterrar las falsas opiniones sobre la realidad y el acontecer natural, es necesario un recto conocimiento de la naturaleza, que sólo la física proporciona. La ética de Epicuro se fundamenta en la física. Y como nadie desterraría los temores para confiar en la ciencia natural si no se de mostrara la validez de los acontecimientos que ofrece, la física precisa fundamentarse en la canónica, que proporciona el criterio de la verdad. Tales son las tres partes de la filosofía: la canónica es medio para la física, y ésta, medio para la ética. La ética también carece de fin en sí misma, encontrándose esencialmente referida a la conquista de la felicidad. Con el epicureísmo la filosofía se supedita a la vida, el conocimiento se subordina al obrar, la contemplación se subalterna a la acción. Grecia ha entrado en la decadencia.

 

 

3. La canónica o teoría del conocimiento.

 

Epicuro no cultivó la lógica. En cambio trata de buscar un canon o criterio de verdad del conocimiento. Para esto establece cuatro criterios de evidencia, que llama pasión, sensación, premonición e intuición.

 

La primera evidencia epicúrea es la que ofrece la pasión, es decir, la afección pasiva del placer y del dolor.

 

El segundo criterio de verdad consiste en la sensación. La sensación es siempre verdadera. Si alguna vez caemos en error, éste es debido al acto de juzgar que se añade a la sensación. Para salir de él basta someter el juicio a los datos de la percepción sensible.

 

La tercera evidencia es llamada prenoción. Con anterioridad a la percepción sensible actual posee el alma, almacenadas en la memoria, todo un repertorio de nociones referidas no a entes imaginarios, sino a cosas reales cuya existencia no se hacen conocer con evidencia.

 

Finalmente, el cuarto criterio de evidencia es la intuición racional y reflexiva. La prenoción nos remite a cosas no percibidas actualmente, pero, de suyo, perceptibles: se mueven siempre en el ámbito de las cosas sensibles. El epicureísmo pretende también una evidencia de las cosas invisibles que nos es proporcionada, precisamente, por la intuición. Por reflexión sobre el fenómeno como signo nos abrimos al conocimiento de una realidad invisible que debe ser admitida, so pena de negar el fenómeno mismo. Por ejemplo, puesto que existe el movimiento, debe existir también esa cosa invisible que llamamos vacío,

"ya que el cuerpo en movimiento no tendría espacio en que desplazarse si todo estuviese lleno".

Las teorías físicas del átomo y el vacío, e inclusive, del mecanismo de la sensación, son establecidas merced a este cuarto criterio de la intuición racional.

 

Con ese cuádruple criterio, la canónica epicúrea pretende fundamentar el conocimiento de la realidad trascendiendo de las apariencias. Dogmatismo será el nombre con que motejarán a los epicúreos los escépticos coetáneos.

 

 

4. La física.

 

Hemos dicho que la ética de Epicuro está fundamentada en la física. Esto no obsta, empero, para que la física del epicureísmo esté concebida con vistas a aquella fundamentación. Hasta tal punto ocurre así, que, no interesándole para su ética la providencia de Dios ni la inmortalidad del alma, por ejemplo, se impondrá a la física la negación de estas doctrinas.

 

Epicuro reproduce la doctrina atomista de Demócrito. Los cuerpos están constituidos por los principios reales: los átomos y el vacío. Los átomos son infinitos, iguales en la calidad y diferentes en figura y peso. Excluye las causas finales y admite el mecanicismo como explicación del movimiento. En un punto, sin embargo, tiene Epicuro que apartarse de Demócrito. Interesaba a su ética poner de relieve que los acontecimientos de la naturaleza son debidos al azar y no regidos por los dioses, y que el alma humana goza de libertad. Por eso tiene que introducir en los átomos una capacidad de modificar por sí mismos la línea vertical de movimiento. A este poder de desviación llamó Epicuro clinamen. Con el explica la casualidad en los acontecimientos del cosmos, que las gentes, por desconocimiento o por prejuicio, atribuían a los dioses, y la libertad en el hombre. Por añadidura, sirve para dar una idea del origen del cosmos. Esta teoría de la declinación de los átomos, que tantas burlas suscitó entre los adversarios del epicureísmo, es un caso típico de la eficacia que debía rendir, en orden al progreso del conocimiento en el ámbito de lo metasensible, el criterio epicúreo de la intuición racional. Los dioses no se ocupan de la acontecer del mundo, ni castigan o premian a los hombres. El alma humana, como material que es, se descompone al disgregarse los átomos que la constituye y no sobrevive al cuerpo. Esto tiene también capital importancia para la ética. La muerte no debe preocuparnos ni debemos mirarla con temor; no representa ningún mal, ya que tras ella no existimos, y, por consiguiente, no podemos sufrir.

 

Hagamos ahora una breve reflexión sobre el atomismo. El atomismo antiguo pretende ser de carácter filosófico. Trata de dar, como ya hemos estudiado, una explicación de todas las cosas por sus principios constitutivos más radicales, llegando a la concepción materialista, según la cual el ente se reduce al ser material. La realidad toda (cuerpos, almas, Dios) está compuesta de átomos materiales que se mueven en el vacío. En esta reducción y en este exclusivismo radica justamente su falsedad. El atomismo filosófico, en cuanto elimina de lo real todo el dominio cualitativo y pretende una explicación exhaustiva del ser por el ser material, debe ser declarado radicalmente falso. En la ciencia moderna se habla también de la teoría atómica. Pero la teoría atómica científica, consciente de sus propios límites, que es aplicada al dominio de la materia y se basa en la experiencia, pudiendo, en consecuencia, ser una teoría válida. Puede, por consiguiente, declararse al mismo tiempo exacta la teoría atómica científica y falsa el atomismo filosófico. Es más: cuanto más verdadera sea la primera, más falso se manifiesta el segundo. Esto no significa, ni mucho menos, una apelación a la teoría de las dos verdades. Lo que sucede es que filosofía y ciencia experimental se mueven en planos y dominios diferentes. Mientras la ciencia se circunscribe a uno de los elementos de la realidad total, el conocimiento filosófico ha de trascender toda parcela y penetrar, su comprensión global, en los diferentes órdenes de la entidad.

 

 

5. La ética.

 

Epicuro sienta como base de su ética esta afirmación fundamental: el placer es el bien y el dolor y el mal. La vida humana es una mezcla de placeres y dolores. Los dioses, en cambio, son enteramente felices, ya que su vida es un disfrute continuo del placer, sin mezcla de dolor. El ideal de la vida humana estará en acercarse a ese estado, para ello es necesario proporcionarse la mayor cantidad posible de placeres con la menor mezcla posible de dolores. Epicuro, ahora, tiene que hacer una teoría del placer.

 

Los placeres, en primer lugar, pueden ser positivos o negativos. Un placer positivo es la satisfacción de una necesidad; un placer negativo es la ausencia de una necesidad. Un primer principio de valoración de los placeres coloca a los negativos por encima de los positivos. La razón está en que los placeres positivos exigen esfuerzo para ser alcanzados, estando, por tanto, mezclados con dolores.

 

También se clasifican los placeres en sensibles y espirituales. Propiamente, no es que se trata de placeres espirituales; todos los placeres son corporales; pero hay unos producidos por el cuerpo mismo, mientras que otros son producidos por alguna facultad del alma. Los placeres espirituales son siempre superiores a los sensibles, y ello por dos razones: primera,  por su mayor duración; segunda, por estar en nuestra mano el producirlos a nuestro antojo. La memoria y la imaginación son fuente inagotable de placeres. Por la memoria recordamos situaciones placenteras pasadas, lo cual constituye un placer actual. Por la imaginación anticipamos placeres futuros. También es fuente de placeres la inteligencia.

 

Todos los problemas se resuelven en función de este criterio del placer. La amistad, por ejemplo, es aconsejable porque proporciona placer, sobre todo el placer de la conversación. El matrimonio no es aconsejable porque es fuente de preocupaciones, disgustos y dolores. Los cargos políticos no son tampoco recomendables, por la misma razón. La mejor forma de gobierno será, entonces, la monarquía, porque es el sacrificio de uno solo. Como podemos observar la ética de Epicuro pierde el carácter normativo para convertirse en una moral del consejo.

 

Ante estas consideraciones, la moral de Epicuro, que comienza afirmando el principio del placer sensible, va poco a poco descartando, a causa de los males que lleva inherentes, hasta convertirse en una moral del renunciamiento, de la ascesis, y termina afirmando como meta final la ataraxia (imperturbabilidad), placer interior, negativo, que no lleva consigo ningún dolor.

 

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