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La filosofía en la edad antigua: época helénica.

La filosofía en la edad antigua: época helénica.

Los sofistas.

 

1. El nuevo rumbo de la filosofía griega.

 

El tema general de la filosofía presocrática estaba orientado hacia la especulación cosmológica. Durante ese largo período sólo excepcionalmente se hacía mención del hombre y de los asuntos humanos. La filosofía había alcanzado una de sus metas convirtiéndose en creencia racional de las cosas. La filosofía se vio abocada a una gran crisis, en la que estuvo a punto de perecer. Y es en el siglo V a.c. cuando aparecen, en el mismo centro del Ática, en Atenas, los sofistas, que se despreocupan del mundo y vienen a dar con su especulación en el centro mismo del hombre. Ya no preocupa la naturaleza; un nuevo concepto aparece: la eudaimonia, la felicidad, referida esencialmente al ser humano.

¿Para qué ocuparse de las cosas ajenas y dejar de lado los asuntos propios?

 

 

2. La sofística.

 

La palabra "sofista" significaba, nominalmente, lo mismo que "sabio". Aristóteles y Platón decían que el sofista era una especie de no ser, porque aparentaba ser filósofo sin serlo realmente. Ambos nos hacen ver en la filosofía al hombre que trata temas filosóficos fuera de las rutas de la filosofía sin conseguir la sabiduría. En su forma externa, los sofistas eran profesores ambulantes que comerciaban con el saber. Iban de ciudad en ciudad enseñando a la juventud mediante un sueldo, cosa desusada entre los filósofos griegos. El éxito de la sofística se cifraba en el éxito de sus alumnos en la vida pública. No interesaba tanto a la verdad cuanto el triunfo sobre la adversario. Por eso los sofistas cultivaban especialmente la retórica y, sobre todo, la oratoria política. Eran profesores de elocuencia. Con los sofistas, pues, se sacrifica el verdadero interés de la filosofía de sus predecesores a fines secundarios mercantilistas y políticos. Comienzan contraponiendo los sistemas anteriores para terminar mostrando que se contradicen. No interesa tanto lo que se supone o lo que se dice como lo que se contrapone y lo que se contradice. No es extraño que se haya considerado como esencial de la sofística el "contra" y se haya entendido el nuevo modo de filosofar como dando origen no ya a una filosofía contraria, sino a lo contrario de una filosofía.

 

Históricamente se ha recogido de la sofística lo puramente negativo: el relativismo, el escepticismo, y el nihilismo.

 

Entre estos podemos encontrar dos grupos: al primero pertenecen los dos sofistas de mayor fama, Protágoras y Gorgias. Por vía teórica establecen el relativismo y el escepticismo. Para ellos todo es mudable y condicional. Frente a la convención moral, jurídica y política levantan el segundo grupo, por vía práctica, la constancia de la ley natural, en cuya interpretación se afanan Calicles, Hipías, Trasímaco, Antifonte, y Pródicos.

 

 

3. Filosofía y retórica.

 

Para examinar la concepción de la filosofía conviene reparar en dos cosas: los nuevos objetos que la sofística trata y el peculiar modo de tratarlos.

 

Sí abandonan la naturaleza como problema es precisamente porque se hacen cargo del problema que les plantea la diversidad de respuestas presocráticas dadas sobre aquella. Así surge el problema de la validez de nuestro conocimiento. Sí abandonan las cosas de la naturaleza, es porque se despliega ante sus ojos el orbe de los asuntos humanos y urge la necesidad de indagar la naturaleza de las "cosas" de la vida humana. Entre estas "cosas", tres se destacan como principales: el quehacer político, la conducta moral y la fe religiosa. Las tres son objeto de ocupación sofística; pero no en sí mismas consideradas, sino en referencia esencial al hombre, por quien, situado en el centro de todas ellas, adquieren la única consistencia de que se ven dotadas.

 

De aquí que el modo primario de referirse el sofista a todos esos objetos sea la "opinión" que le merecen, el parecer de cada cual. Y como toda opinión se ve frecuentemente contrapuesta y contradicha por otras opiniones, surge la necesidad de la discusión. El razonamiento llevados sobre las cosas en sí mismas será sustituido por mis razones personales expresivas de la opinión que me he forjado de las cosas tal como aparecen en mi vida. La razón deberá ceder el paso a la persuasión; el razonamiento, al discurso; la ciencia misma, a la retórica.

 

La filosofía es concebida por los sofistas como retórica sobre los asuntos humanos. Se advierte con ello suficientemente cuál ha sido la aportación de la sofística en orden a la determinación del concepto de filosofía: se amplía su contenido presentando a nuestra disciplina nuevos objetos materiales hasta entonces no claramente enunciados (lo gnoseológico, lo político, lo moral y lo religioso) y un sinfín de temas (lógicos, gramaticales, jurídicos, sociales, etc.) en cada uno de ellos implicados pero se yerra el camino y se pierden los mejores esfuerzos por la caída en el subjetivismo y en la pura retórica.

 

 

4. Protágoras.

 

Protágoras (480-410) era natural de Abdera. Enseñó en Atenas, siendo al final de su vida acusado de ateísmo por haber dicho en su obra "Sobre los dioses" que no era capaz de saber si existen o no existen, ya que hay muchas cosas que impiden averiguarlo, sobre todo la oscuridad del asunto y la brevedad de la vida humana.

 

A dos puntos capitales queremos referirnos: el relativismo de la verdad y el convencionalismo de la ley.

 

La doctrina de Protágoras que más ha influido en la posteridad es la del relativismo, enunciada en la famosa frase suya:

...el hombre es la medida de todas las cosas: de las que son, en tanto que son, y de las que no son, en tanto que no son.

Es cuestión difícil captar el sentido justo que tendría esta frase en Protágoras. Por eso, las interpretaciones dadas son muy variadas. Es indudable su sabor relativista, y parece probable que se trate de un relativismo individual y de carácter noético. Basamos la aserción en aquel otro texto, no tan famoso, que dice:

...según cada cosa se me aparece, tal es para mí; según a ti se te muestra, tal es para ti, pues tú eres hombre y yo también lo soy.

Se ocupa Protágoras de la verdad de nuestros pensamientos, y, no hallando un criterio objetivo, apela a la subjetividad de cada hombre para determinar su validez.

La convencionalidad de la ley que es simple aplicación del relativismo. La falta de un criterio absoluto que discierna lo verdadero de lo falso determina que cada cual deba tomar por verdadero a lo que se le presenta como tal, es decir, su propia opinión. El número de las opiniones particulares es tan extenso como el de los hombres. Junto a la opinión particular, norma de la conducta individual, debe registrarse la "opinión pública" como norma de la conducta civil o política. La opinión de la mayoría es la norma de la polis, es decir, la ley que, de esta manera, resulta mera convención, tan variable como los lugares y las épocas, las necesidades y los intereses.

 

Se ha calificado la doctrina de Protágoras como escepticismo. Nos parece una calificación precipitada. El paso al escepticismo estaba reservado a Gorgias. Lo que sucede en Protágoras es que no admite la existencia del parmenídeo mundo de la verdad y que se queda con el mundo de la opinión, al que dota del carácter heraclíteo del puro devenir, pero considerándolo como auténticamente real. En el fondo, pues, lo que ha variado es el concepto mismo de verdad que ahora se sitúa, como en su lugar propio, en el ámbito de la opinión. Hay en Protágoras como una genial anticipación que sólo en Hegel (y desde otros supuestos) actualizada todas sus virtualidades: la universalización del devenir, que ahora incluye no sólo a la realidad exterior (al objeto de nuestro conocimiento), sino también al sujeto cognoscente mismo. La adecuación entre el objeto mudable y el mudable sujeto es, pues, posible y el conocimiento (la sensación) es real. La sensación de lo que deviene es real, pero relativa al sujeto, que también deviene, y, por consiguiente, debe definirse como opinión, doxa, sujeta asimismo a variación.

 

 

5. Gorgias.

 

Gorgias de Leontino, Sicilia (483-390), es otro de los sofistas de más fama por sus excelentes dotes oratorias y sus éxitos en la vida pública. Criticó la doctrina del ser de los Eleáticos, escribiendo sobre ella en su libro "Del no ser" una serie de tres proposiciones encadenadas que constituyen la más alta expresión del nihilismo filosófico:

...1ª, nada es; 2ª, si algo fuese, sería incognoscible; 3ª, si algo fuese, y lo conociésemos, sería incomunicable a los demás.

Con la primera proposición niega Gorgias la realidad; con la segunda, el conocimiento, y con la tercera la validez del lenguaje. Un escepticismo tan radical jamás se ha vuelto a dar en la historia.

 

Defiende la primera proposición así: sin nada es, ya que si algo fuese, o habría comenzado a ser, o sería eterno. No puede comenzar a ser, según demostraron ya los Eleáticos, luego tendría que ser eterno; mas lo eterno es infinito, pero el infinito no existe en parte alguna. La incognoscibilidad vida de lo real la intenta justificar por la falta de homogeneidad entre el ser y la mente, y el defecto de validez en el lenguaje, por la incongruencia entre la palabra y el pensamiento que ella expresa.

 

 

1 comentario

diana -

Por favor, seria bueno que indiquen la fuente, esto lo manifiesto porque tengo el texto de Angel Gonzales Alvarez, su libro Historia de la Filosofía, y resulta que cuando comparo la información de esta página con el texto del citado autor son idénticos, cito páginas 18 y 19 de Ediciones y Publicaciones Españolas S.A., Madrid, año 1964.