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La filosofía en la edad antigua: época helénica.





 

Heráclito y los Eleáticos.

 

 

1. El problema del ser y el devenir.

 

Tras los pitagóricos, dos importantes figuras, que aparecen, separadamente, son Heráclito de Efeso y Parménides de Elea. Desde supuestos doctrinales semejantes van a llegar, por caminos diferentes y contrapuestos, a la misma conclusión. Ambos arrancan del término conclusivo de la especulación de los jónicos, que habían entregado a la filosofía el descubrimiento de la naturaleza, principio de donde las cosas proceden y sustancias de que están hechas. También ellos van a hablar "Sobre la naturaleza", y así titula sus respectivos poemas. Los dos critican la física jónica y la rechazan, porque pretendiendo estudiar la naturaleza como principio y sustancia de todas las cosas, concluye encontrando la sustancia y el principio en una de ellas: el agua, el aire. Los dos se apartarán de la vía de la opinión del hombre vulgar para seguir la vía de la verdad del sabio. Y en la vía de la verdad se les patentizará el ente, elevando así la filosofía al nivel de la metafísica. La naturaleza, que está detrás de toda las cosas como el principio de donde emergen y en toda las cosas como en su más sustantiva realidad, es el ente. La filosofía misma será una ocupación teorética con el ente. Es precisamente esta ocupación lo que caracteriza a nuestros dos pensadores, y lo que los contrapone, la contraposición misma de sus respectivas concepciones del ente. Heráclito nos ofrecerá una concepción del ente cruzada de dinamicidad. Apoyado en la movilidad de las cosas, perderá las cosas para instalarse en la movilidad del ente. Parménides, por el contrario, nos ofrecerá una concepción del ente dominada por la elasticidad. Rechazará desde el primer momento las cosas para poder conservar la inmovilidad del ente.

 

 

2. La escuela de Elea.

 

A. El problema fundamental.

 

Además de los pitagóricos, aparece en la magna Grecia la escuela Eleática, cuyo representante capital es Parménides. Sigue muy vivo el problema de la realidad del mundo exterior y, aunque se le enfoca desde el punto de vista del cambio, terminada negándose el movimiento y centrando la especulación en el ser, concepto fundamental de la nueva escuela.

 

 

3. Parménides.

 

Uno de los pensadores más originales y profundos de la antigüedad es Parménides de Elea (hacia el 540 antes de Jesucristo). Escribió un poema en hexámetros que lleva por título "Sobre la naturaleza" y que tenía dos partes: la vía de la verdad y la vía de la opinión.

Para Parménides, la verdadera realidad no puede ser la del mundo sensible ofrecido por la percepción, constituido por las cosas que nacen, se mueven y perecen. Antes bien, la verdadera realidad será el ente, esto es, la unidad, la inmovilidad, la eternidad.

Sólo el ser es, y el no ser no es. 

En la vía de la verdad, el ente está presente al pensamiento: no tiene pasado ni futuro; el ente no fue ni será, sino que, simplemente, es. Además, el ente es uno: la multiplicidad de las cosas es aparente y no atenta contra la unidad del ente. Por la misma razón el ente es inmóvil: cambiar sería convertirse en no ser, pero el no ser no es; devenir (llegar a ser o dejar de ser) implicaría dualidad en el ente, y el ente es uno. Por análogas razones el ente es eterno. En la vía de la opinión se nos ofrece la multiplicidad y el cambio. Pero el cambio o movimiento como un llegar a ser es imposible. La razón nos advierte la ilusión en la que la sensibilidad cae.

 

 

4. Heráclito.

 

A. El problema.

 

Filosóficamente, Heráclito de Efeso (540/476) depende todavía de los fisiólogos jónicos, al propio tiempo que se sitúa como antítesis de las soluciones dadas por la escuela de Elea. También en Heráclito interesa el problema de la realidad del mundo exterior, que es, sobre todo, este filósofo de Efeso quien adopta el punto de vista del movimiento en sus intentos de solución. Mientras Parménides terminaba diciendo que todo es y que el movimiento no existe, Heráclito concluida por afirmar que sólo existe el devenir.

 

B. El devenir.

 

Heráclito descubre un hecho universalismo en la naturaleza del mundo exterior:

...todo cambia, nada es.

El mundo es algo que está en continua transformación. El fondo de la realidad es un incesante devenir.

Nadie se baña dos veces en un mismo río, 

...ya que éste está constituido por una corriente de agua que en cada momento es distinta. De aquí que la sustancia primordial, el principio que buscaban los jónicos es, para Heráclito, el fuego, que por esencia es movilidad y constante transformación. La guerra es el padre de todas las cosas.

 

No puede darse mayor oposición a la doctrina de Parménides: Heráclito terminará con la negación del ser de las cosas, ya que no encuentra nada permanente y fijo en la realidad. Las cosas nunca son; siempre se hacen. El agua se hace nube; la nube, lluvia; la lluvia, hielo, etc.

 

C. El escepticismo.

 

La única salida, en buena lógica, es el escepticismo. Sólo la razón, el nous, es algo estático, que cuando quiere aprehender la realidad, se le escapa de las manos, como el agua de una cesta. El conocimiento es imposible, porque la realidad tiene atributos antitéticos con respecto a los del nous. El nous es algo eterno e inmortal; sería el verdadero ser, según Parménides; pero el objeto de conocimiento es algo fluyente y escurridizo, y no hay posible adecuación entre cognoscente y conocido.

 

 

5. Juicio de conjunto.

 

El Eleatismo y Heracliteísmo permanecerán para siempre como los constantes extremos de la historia de la metafísica. A los filósofos de Elea se debe que el problema filosófico perdiese su carácter estrictamente físico y se orientarse hacia la metafísica. El monismo y el panteísmo, como solución al problema del ser, tiene en su fondo una inexactitud que lo invalida totalmente: la univocidad del ser. Parménides, al suponer, al menos implícitamente, la univocidad del ente y al intentar explicar el ser desde el punto de vista del movimiento, hundió a la filosofía en el error y asimismo en el fracaso al pretender dar explicación de la realidad del mundo sensible.

 

Si en el fondo de las afirmaciones de Parménides encontrábamos su concepción de la univocidad del ser, en la doctrina de Heráclito va implícita la concepción de la plurivocidad del ente. Por otra parte, si comenzamos por reducir el ser a devenir, como el devenir no es inteligible por sí mismo, no puede extrañar la conclusión escéptica a que se ve abocado el filósofo de Efeso.

 

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