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La filosofía en la edad antigua: época helénica.




 

La escuela pitagórica.


 

1. Los pitagóricos.

 

Desaparecida la filosofía de los jonios ante el dominio persa y la destrucción de Mileto, aparece un nuevo foco filosófico, constituido por la llamada escuela y itálica o pitagórica, en la magna Grecia (Italia meridional). Según la tradición, el fundador de la nueva escuela fue Pitágoras, personaje que, procedente de Samos, estableció en Crotona una sociedad filosófica que era al mismo tiempo una secta religiosa y política. Como secta religiosa, los pitagóricos se inspiraban en los misterios órficos, daban culto a Dionysos y practicaban métodos ascéticos de purificación que sólo a los iniciados revelaban. Como liga política, lograron ejercer el poder en diversas ciudades de la magna Grecia, hasta que fueron violentamente dispersados. Como sociedad de sabios, cultivaron las ciencias, especialmente las matemáticas, la astronomía y la música. Concluirán entendiendo la filosofía con una forma de vida, como un ideal teorético de especulación pura. La importancia de los pitagóricos radica en el cambio que introduce en el objeto mismo de la investigación filosófica.

 

 

2. El nuevo problema a la filosofía griega.

 

Hemos visto que los jonios reducían la filosofía a la física. Los pitagóricos abandonaron el punto de vista físico y descubren una nueva esfera de la realidad: la del ente ideal o matemático. En función de la matemática pretenderán explicar la realidad entera. Ahora no se trata ya de determinar el elemento material primitivo todas las cosas, sino más bien de indagar la ley (La esencia) que haga comprensible todo. Para ello fue decisivo el cultivo preferente de la matemática, la astronomía y la música. La ciencia de los números les puso en contacto con realidades invisibles diferentes a aquellas que los sentidos manifiesta; el estudio de los ciclos astronómicos y la consideración de los trozos musicales les reveló la existencia de relaciones numéricas susceptibles de ser enunciadas según leyes matemáticas. El mismo acontecer de la naturaleza, los cambios y movimientos de las cosas de experiencia están sometidos a proporción, a armonía y, en consecuencia, a medida y a número. El número, pues, lo domina todo. Y no es, simplemente, que exista el número por arriba de las cosas sensibles constituyendo un orden inmutable que presida el curso los acontecimientos, o por debajo de las mismas imprimiéndole es sus cambios y dirigiendo sus movimientos. Se trata de algo más importante: los números son la única realidad verdadera y expresan la esencia misma del mundo. Los números explican el acontecer natural (la legalidad de la armonía de las esferas celestes y de los cambios terrestres) y la naturaleza misma (la esencia de toda las cosas).

 

 

3. La nueva concepción de la filosofía.

 

Ese nuevo problema filosófico lleva implicada una nueva concepción de la filosofía misma. La filosofía seguirá refiriéndose al ámbito entero de los seres, a la naturaleza y, además, de una manera desinteresada o por el único interés de la verdad. Se atribuye, en efecto, a Pitágoras la comparación de la vida humana con lo que sucede en los juegos públicos, donde unos hombres se disputan el triunfo, otros se aprovechan para comerciar y otros gozan, del espectáculo. En el espectáculo entero de la vida humana, unas personas buscan la gloria, otras el interés y un reducido número de hombres (los filósofos) sólo aspira, en supremo desinterés, a la verdad.

 

Los pitagóricos superan el grado de abstracción en que se colocaron los jónicos y alcanzan el plano de la especulación filosófico-matemático; pierden la física, y sin alcanzar la metafísica, reduce la filosofía a la ciencia de los números, la cual, pretendiendo ser explicación de lo real, les conduce a la confusión del número con lo numerado, de tal manera que lo que pudo haber sido investigación de la causa formal se quedó en puro simbolismo.

 

 

4. Pitágoras.

 

La vida de Pitágoras, parece haber discurrido entre los años 572 y 500, procedía de la isla de Samos, y se estableció en Crotona (magna Grecia). El pitagorismo representa un movimiento cubierto por los velos de la leyenda. Pueden señalarse en el proceso del pitagorismo tres momentos generales: el primero se desarrolla en el siglo VI antes de Cristo, centrado en torno a la figura de Pitágoras, y del nos ocupamos aquí; el segundo lo constituyen los pitagóricos del siglo V a. C., y el tercero está formado por el neopitagorismo, una especie de renacimiento pitagóricos que tienen lugar en los siglos I antes de Jesucristo y I y II después de Jesucristo, y, por tanto, durante la época helenisticorromana.

 

La doctrina de Pitágoras y de los pitagóricos de la primera hora puede ser expuesta adscrita a las tres rúbricas siguientes:

 

A. La ciencia de los números.

 

Pitágoras llevó a la magna Grecia la cosmología jónica. Pero fue poco a poco sustituida por una especie de matematicismo físico que constituye la ciencia de los números. En conexión con las matemáticas y hasta con la música, pero sin relación visible con la mítica, establecía en los pitagóricos que los números constituían la esencia de las cosas. Así, por ejemplo, el número 3 representa el matrimonio; el 4, la justicia, etc. Los números tenían, además, ciertas relaciones con las formas geométricas. El 3, el 6, el 10... eran representados por puntos en forma de triángulo; el 4, el 7... en forma de cuadrado. También ponían a los números en relación con los acordes musicales. Por otra parte, pone en la aritmética en relación con la geometría, de tal manera que hacen una geometría de los números: el 1 es el punto; 2, la línea; 3, la superficie; 4, el cuerpo sólido. La suma de los cuatro primeros, es decir, el 10, era también un número triangular, la tetractys, por la cual hacían juramento los iniciados en la secta.

No está clara la completa significación y el alcance de la doctrina pitagórica sobre los números; pero lo cierto es que consideraban el número y la armonía como esencia del mundo, y ello porque en los ciclos astronómicos, a como los trozos musicales, se revelan relaciones numéricas susceptibles de ser enunciadas según las leyes matemáticas.

 

B. La doctrina de la metempsicosis.

 

La idea de la metempsicosis o transmigración de las almas es muy antigua, y, desde luego, anterior a Pitágoras. Las almas preexisten y sobreviven al hombre, trasmigrando a través de los cuerpos de hombres y animales. Es interesante la formulación que esta teoría adquiere en los pitagóricos. El alma procede del Uno, a través del fuego. Debido a una cierta culpa original, cae en el mundo sensible a y se une a un cuerpo a en el que encuentra su cárcel. El cuerpo es para el alma lugar de expiación. Hasta que no alcance la justicia original, debe el alma pasar por reencarnaciones sucesivas en distintos cuerpos.

 

C. Doctrina moral.

 

La filosofía pitagórica concluye en una especie de misticismo religioso de base psicológica y cósmica. Todo procede del Uno y al Uno debe retornar. Entre la procedencia original y el definitivo retorno se sitúa el despliegue temporal de la incesante movilidad. En lo que se refiere al alma, ese despliegue debe consistir en el ejercicio de la virtud concebido como armonía, es decir, como una ley de justicia entre sensibilidad y la racionalidad. Este despliegue de las almas se traslada al devenir cósmico. También las cosas del cosmos han de superar las contrariedades y cumplir la suprema ley de la armonía. De lo contrario, tanto las cosas como las almas están sujetas a nuevas transmigraciones. Cuando todo haya sido cumplido y la purificación y expiación sean absolutas, cosas y almas retornarán al Uno. De esta manera el término del proceso enlaza con el comienzo y el fin del cosmos se confunde con el principio.

 

 

6. Juicio sobre los pitagóricos.

 

A la cuestión con que se inicia la filosofía habían contestado los jónicos con la apelación a un principio de orden material. El hecho de que los pitagóricos descubrieran que el principio originario no podía ser agua ni aire ni que el ápeiron podía ser el principio, significa ya un evidente progreso filosófico. Declarando la insuficiencia del principio material, terminaron por negarlo, y en la negación de la materia se le reveló la necesidad de un principio de tipo formal que había de ser matemáticamente determinado. He aquí, pues, que al huir del exclusivismo jónicos de la materia caen los pitagóricos en el exclusivismo de la forma. El mundo pitagórico es esencialmente número, porque siendo constituido de las cosas únicamente la forma, concebida como figura espacial, debe encontrar su inteligibilidad en la determinación geométrica y en la aritmética significación. Por muy matematizado que concibiese el mundo el pitagorismo no pudo desprenderse del carácter cientificonaturalista de la filosofía jónica. Se necesitará la llegada de Parménides para elevar el problema filosófico al nivel de la metafísica.

 

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