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La filosofía en la edad antigua: época helénica.

La filosofía en la edad antigua: época helénica.

Los sofistas.

 

1. El nuevo rumbo de la filosofía griega.

 

El tema general de la filosofía presocrática estaba orientado hacia la especulación cosmológica. Durante ese largo período sólo excepcionalmente se hacía mención del hombre y de los asuntos humanos. La filosofía había alcanzado una de sus metas convirtiéndose en creencia racional de las cosas. La filosofía se vio abocada a una gran crisis, en la que estuvo a punto de perecer. Y es en el siglo V a.c. cuando aparecen, en el mismo centro del Ática, en Atenas, los sofistas, que se despreocupan del mundo y vienen a dar con su especulación en el centro mismo del hombre. Ya no preocupa la naturaleza; un nuevo concepto aparece: la eudaimonia, la felicidad, referida esencialmente al ser humano.

¿Para qué ocuparse de las cosas ajenas y dejar de lado los asuntos propios?

 

 

2. La sofística.

 

La palabra "sofista" significaba, nominalmente, lo mismo que "sabio". Aristóteles y Platón decían que el sofista era una especie de no ser, porque aparentaba ser filósofo sin serlo realmente. Ambos nos hacen ver en la filosofía al hombre que trata temas filosóficos fuera de las rutas de la filosofía sin conseguir la sabiduría. En su forma externa, los sofistas eran profesores ambulantes que comerciaban con el saber. Iban de ciudad en ciudad enseñando a la juventud mediante un sueldo, cosa desusada entre los filósofos griegos. El éxito de la sofística se cifraba en el éxito de sus alumnos en la vida pública. No interesaba tanto a la verdad cuanto el triunfo sobre la adversario. Por eso los sofistas cultivaban especialmente la retórica y, sobre todo, la oratoria política. Eran profesores de elocuencia. Con los sofistas, pues, se sacrifica el verdadero interés de la filosofía de sus predecesores a fines secundarios mercantilistas y políticos. Comienzan contraponiendo los sistemas anteriores para terminar mostrando que se contradicen. No interesa tanto lo que se supone o lo que se dice como lo que se contrapone y lo que se contradice. No es extraño que se haya considerado como esencial de la sofística el "contra" y se haya entendido el nuevo modo de filosofar como dando origen no ya a una filosofía contraria, sino a lo contrario de una filosofía.

 

Históricamente se ha recogido de la sofística lo puramente negativo: el relativismo, el escepticismo, y el nihilismo.

 

Entre estos podemos encontrar dos grupos: al primero pertenecen los dos sofistas de mayor fama, Protágoras y Gorgias. Por vía teórica establecen el relativismo y el escepticismo. Para ellos todo es mudable y condicional. Frente a la convención moral, jurídica y política levantan el segundo grupo, por vía práctica, la constancia de la ley natural, en cuya interpretación se afanan Calicles, Hipías, Trasímaco, Antifonte, y Pródicos.

 

 

3. Filosofía y retórica.

 

Para examinar la concepción de la filosofía conviene reparar en dos cosas: los nuevos objetos que la sofística trata y el peculiar modo de tratarlos.

 

Sí abandonan la naturaleza como problema es precisamente porque se hacen cargo del problema que les plantea la diversidad de respuestas presocráticas dadas sobre aquella. Así surge el problema de la validez de nuestro conocimiento. Sí abandonan las cosas de la naturaleza, es porque se despliega ante sus ojos el orbe de los asuntos humanos y urge la necesidad de indagar la naturaleza de las "cosas" de la vida humana. Entre estas "cosas", tres se destacan como principales: el quehacer político, la conducta moral y la fe religiosa. Las tres son objeto de ocupación sofística; pero no en sí mismas consideradas, sino en referencia esencial al hombre, por quien, situado en el centro de todas ellas, adquieren la única consistencia de que se ven dotadas.

 

De aquí que el modo primario de referirse el sofista a todos esos objetos sea la "opinión" que le merecen, el parecer de cada cual. Y como toda opinión se ve frecuentemente contrapuesta y contradicha por otras opiniones, surge la necesidad de la discusión. El razonamiento llevados sobre las cosas en sí mismas será sustituido por mis razones personales expresivas de la opinión que me he forjado de las cosas tal como aparecen en mi vida. La razón deberá ceder el paso a la persuasión; el razonamiento, al discurso; la ciencia misma, a la retórica.

 

La filosofía es concebida por los sofistas como retórica sobre los asuntos humanos. Se advierte con ello suficientemente cuál ha sido la aportación de la sofística en orden a la determinación del concepto de filosofía: se amplía su contenido presentando a nuestra disciplina nuevos objetos materiales hasta entonces no claramente enunciados (lo gnoseológico, lo político, lo moral y lo religioso) y un sinfín de temas (lógicos, gramaticales, jurídicos, sociales, etc.) en cada uno de ellos implicados pero se yerra el camino y se pierden los mejores esfuerzos por la caída en el subjetivismo y en la pura retórica.

 

 

4. Protágoras.

 

Protágoras (480-410) era natural de Abdera. Enseñó en Atenas, siendo al final de su vida acusado de ateísmo por haber dicho en su obra "Sobre los dioses" que no era capaz de saber si existen o no existen, ya que hay muchas cosas que impiden averiguarlo, sobre todo la oscuridad del asunto y la brevedad de la vida humana.

 

A dos puntos capitales queremos referirnos: el relativismo de la verdad y el convencionalismo de la ley.

 

La doctrina de Protágoras que más ha influido en la posteridad es la del relativismo, enunciada en la famosa frase suya:

...el hombre es la medida de todas las cosas: de las que son, en tanto que son, y de las que no son, en tanto que no son.

Es cuestión difícil captar el sentido justo que tendría esta frase en Protágoras. Por eso, las interpretaciones dadas son muy variadas. Es indudable su sabor relativista, y parece probable que se trate de un relativismo individual y de carácter noético. Basamos la aserción en aquel otro texto, no tan famoso, que dice:

...según cada cosa se me aparece, tal es para mí; según a ti se te muestra, tal es para ti, pues tú eres hombre y yo también lo soy.

Se ocupa Protágoras de la verdad de nuestros pensamientos, y, no hallando un criterio objetivo, apela a la subjetividad de cada hombre para determinar su validez.

La convencionalidad de la ley que es simple aplicación del relativismo. La falta de un criterio absoluto que discierna lo verdadero de lo falso determina que cada cual deba tomar por verdadero a lo que se le presenta como tal, es decir, su propia opinión. El número de las opiniones particulares es tan extenso como el de los hombres. Junto a la opinión particular, norma de la conducta individual, debe registrarse la "opinión pública" como norma de la conducta civil o política. La opinión de la mayoría es la norma de la polis, es decir, la ley que, de esta manera, resulta mera convención, tan variable como los lugares y las épocas, las necesidades y los intereses.

 

Se ha calificado la doctrina de Protágoras como escepticismo. Nos parece una calificación precipitada. El paso al escepticismo estaba reservado a Gorgias. Lo que sucede en Protágoras es que no admite la existencia del parmenídeo mundo de la verdad y que se queda con el mundo de la opinión, al que dota del carácter heraclíteo del puro devenir, pero considerándolo como auténticamente real. En el fondo, pues, lo que ha variado es el concepto mismo de verdad que ahora se sitúa, como en su lugar propio, en el ámbito de la opinión. Hay en Protágoras como una genial anticipación que sólo en Hegel (y desde otros supuestos) actualizada todas sus virtualidades: la universalización del devenir, que ahora incluye no sólo a la realidad exterior (al objeto de nuestro conocimiento), sino también al sujeto cognoscente mismo. La adecuación entre el objeto mudable y el mudable sujeto es, pues, posible y el conocimiento (la sensación) es real. La sensación de lo que deviene es real, pero relativa al sujeto, que también deviene, y, por consiguiente, debe definirse como opinión, doxa, sujeta asimismo a variación.

 

 

5. Gorgias.

 

Gorgias de Leontino, Sicilia (483-390), es otro de los sofistas de más fama por sus excelentes dotes oratorias y sus éxitos en la vida pública. Criticó la doctrina del ser de los Eleáticos, escribiendo sobre ella en su libro "Del no ser" una serie de tres proposiciones encadenadas que constituyen la más alta expresión del nihilismo filosófico:

...1ª, nada es; 2ª, si algo fuese, sería incognoscible; 3ª, si algo fuese, y lo conociésemos, sería incomunicable a los demás.

Con la primera proposición niega Gorgias la realidad; con la segunda, el conocimiento, y con la tercera la validez del lenguaje. Un escepticismo tan radical jamás se ha vuelto a dar en la historia.

 

Defiende la primera proposición así: sin nada es, ya que si algo fuese, o habría comenzado a ser, o sería eterno. No puede comenzar a ser, según demostraron ya los Eleáticos, luego tendría que ser eterno; mas lo eterno es infinito, pero el infinito no existe en parte alguna. La incognoscibilidad vida de lo real la intenta justificar por la falta de homogeneidad entre el ser y la mente, y el defecto de validez en el lenguaje, por la incongruencia entre la palabra y el pensamiento que ella expresa.

 

 

La filosofía en la edad antigua: época helénica.



 

 

 

Sócrates.

 

 

1. Vida y personalidad.

 

Natural de Atenas, hijo del escultor Sofronisco y de la comadrona Fanareta, Sócrates (469-399) es uno de los personajes más importantes de toda la humanidad. En su juventud ejerció el oficio de su padre, pero la voz de la conciencia o de su "daimon", como gustaba decir, le impulsó a una tarea de enseñanza y educación de sus conciudadanos. La cumplió con desprendimiento y entusiasmo. Dialogaba en el ágora, en el gimnasio, en las calles, con cualquiera que quisiera escucharlo. Humilde en sus modales, sencillo en el trato, honesto en su vida, irónico, pero siempre cordial, en el diálogo, con lo que supo arrastrar a los jóvenes a los más altos ideales. Se atrajo la enemistad de las clases conservadoras. Por escasa mayoría fue considerado culpable. En el debate para fijar la pena se mostró sereno y orgulloso de su misión. Fue condenado a muerte. Ya encarcelado, rehusó la huida que sus discípulos habían preparado. Sometiéndose a las leyes de su patria, bebió la cicuta con gran entereza y serenidad.

Sócrates no dejó nada escrito. 

Su doctrina ha de buscarse en los diálogos de Platón, principalmente en la "Apología", "El Critón" y el "Fedón".

 

 

2. El problema.

 

Sócrates hizo su aparición filosófica en medio de la sofística. Pero se opone a los sofistas, defendiendo, contra ellos, la realidad de la ciencia moral. Y hasta podría decirse la realidad moral de la ciencia. Fue tomado por sus contemporáneos como un sofista más, sin embargo, no sólo por la intención, sino también por el contenido, se diferencia notablemente de todos los sofistas. No buscaba el triunfo en el éxito, sino en la conquista de la verdad. Por eso transforma la opinión en concepto; la discusión, en diálogo; la habilidad, en virtud; la retórica, en ética. Frente a los sofistas, que creían saberlo todo, reivindica el valor de la ignorancia consciente bajo la fórmula:

"sólo se que no se nada”. 

Frente al escepticismo y el subjetivismo estaba Sócrates persuadido de la existencia de verdades objetivas. Asumió la misión de despertar en sus conciudadanos el interés por el conocimiento y por la verdad, e inmerso en el problema general de la sofística, adoptó como lema la inscripción del templo de Apolo en Delfos:

 

"conócete a ti mismo”.

 

 

3. La filosofía, meditación ética.

 

La filosofía socrática comienza siendo meditación sobre sí mismo, reflexión sobre la conciencia propia. Pero la meta no se encuentra en un conocimiento del hombre como medida de todas las cosas, sino, contrariamente, en el descubrimiento de la verdad como medida de lo que el hombre de de ser y norma a la que debe someter su conducta. La reflexión socrática, a semejanza de la ocupación sofística, es llevada sobre el hombre y los asuntos humanos, sobre las cosas de la vida cotidiana; pero, a diferencia de los sofistas, que hacen a las cosas depender de la vida, Sócrates, en radical oposición, impone a la vida que el hombre debe realizar la más esencial dependencia de lo que las cosas sean. La reflexión sobre la conciencia se ha convertido en meditación sobre las cosas y los asuntos de la vida cotidiana para hallar el canon que las regula y por el cual regular la vida del hombre. La filosofía socrática es, esencialmente, meditación ética, búsqueda dialogal de los conceptos rectores de la conducta humana.

 

 

4. El método socrático.

 

Sócrates solía decir que utilizaba el arte de la mayéutica. Como su madre ayudaba a dar a luz a los cuerpos, así el procuraba el alumbramiento de la verdad en la mente. Para ello hay que arrancar de la conciencia el no saber, pues sólo cuando se es consciente de la propia ignorancia se puede acometer la tarea científica y soportar esfuerzos que la adquisición del saber exige. Sobre este punto de partida se levanta la reflexión mediante el diálogo. Éste difiere esencialmente de la discusión. En la discusión sofística hay dos opiniones en pugna; en el diálogo socrático sólo una (la del interlocutor o el mensaje de la cosa misma), pues Sócrates sólo sabe que no sabe, y esto no cuenta como opinión. El diálogo tiene, a su vez, dos momentos. El primero consiste en el examen y la crítica de las opiniones admitidas por las gentes, y que, en general, son falsas y están desprovistas de sólidos fundamentos: recibe el nombre de “ironía”. Con ello no se ha descubierto aún la verdad, pero se ha barrido de la mente la falsa sabiduría, colocando en su lugar el deseo de la auténtica. El segundo momento, llamado propiamente mayéutica, consiste en alumbrar en la mente el verdadero conocimiento que expresa lo que la cosa ya es, el concepto, y puede concretarse en una definición. De este método tenemos bellísimos ejemplos en los diálogos de Platón.

 

La doctrina socrática del método lleva en su fondo el innatismo del conocimiento y de las ideas. Sólo se puede pretender alumbrar lo que ya en algún modo implícitamente se contiene. El método socrático tiene, sin embargo, indudables ventajas con se trata de reafirmar los conocimientos ya adquiridos.

 

 

5. La definición y los conceptos.

 

Sócrates fue el descubridor de la doctrina del concepto, que él captaba mediante la definición, Aristóteles mismo dice que Sócrates descubrió los razonamientos inductivos y la definición universal.

 

El concepto es una forma permanente de representación; no varía ni se muda como la opinión, sino que refleja los elementos estables del objeto, es decir, su esencia, lo que el objeto es. La definición, que capta un concepto, consiste en decir lo que una cosa es, su esencia; la definición versa sobre la esencia de las cosas.

 

Sócrates, en medio de una época de escepticismo general, devuelve al pueblo griego la confianza en la verdad. El intelecto vuelve a ocupar su rango y a convertirse en instrumento para la captación del ser. El conocimiento de las realidades morales será, por de pronto, incuestionable. Así lo supo entender Platón, quien, trascendiendo el escepticismo desde el primer momento, llevará los "conceptos" socráticos a todas las esferas de la realidad.

 

 

6. Ética socrática.

 

Sócrates es el creador de la ética como disciplina filosófica. El núcleo de la ética socrática lo constituye el concepto de virtud, concebida como un saber que capacita para la vida. Según Sócrates, nadie obra el mal a sabiendas; el conocimiento del bien se identifica con la práctica de la virtud. Como el saber se adecua con la virtud, así la ignorancia se adecua con el vicio. Propiamente no hay más que una virtud que las comprende todas: la sabiduría, y que es susceptible de enseñanza. La práctica del bien es un aprendizaje racional. La virtud propiamente consiste en la práctica del bien, y como el hombre virtuoso es feliz, la virtud y la felicidad vienen a identificarse. Es la más alta expresión de esta doctrina socrática el eudemonismo moral.

 

En contradicción con este racionalismo moral, admite Sócrates la creencia en un demonio o espíritu que guía al hombre y que se revela mediante la voz interior. Este espíritu es una especie de instinto moral que dictamina, aparte de la razón, lo que se ha de hacer en cada instante.

 

Se echa en falta en la ética socrática una determinación clara del concepto de bien. El racionalismo moral y el eudemonismo ético tienen en su fondo la creencia implícita de Sócrates en la bondad natural del hombre.

 

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La filosofía en la edad antigua: época helénica.





Platón.

 

1. Vida y personalidad.

 

Platón (428-347) nació y murió en Atenas. Se llamó así por la amplitud de su espalda. Su primera vocación le llevaba a la política, más la influencia de Sócrates lo ganó para la filosofía. De Sócrates, fue fiel seguidor durante cerca de diez años. A la muerte del maestro, abandonó a Atenas y emprendió largos viajes. Estuvo en Megara, y, probablemente, en Cirene; después salió para Egipto, cuya estabilidad política, tan en contraste con la de su patria, admiraba profundamente. Tras una breve estancia en Atenas, emprendió nuevos viajes. Estuvo en la magna Grecia, donde conoció la filosofía de los Eleáticos y de los pitagóricos, cuya influencia habría de acusar más adelante. En 390, se encuentra en Siracusa, intentando llevar a la práctica reformas político-sociales, apoyado por el pitagórico Dión, jefe del partido aristocrático y sobrino del tirano Dionisio el viejo. En este tirano terminó entregando a Platón como esclavo a un embajador espartano. Parece que fue liberado por su amigo el filósofo cirenaico Anicérides. Hacia el 367 volvió a Atenas, donde fundó una escuela, que estableció en el jardín que compró a un amigo llamado Academo. De ahí deriva el hombre debe academia. Todavía hizo otros dos viajes a Siracusa, que resultaron igualmente desafortunados. Fuera de esto, Platón se entregó totalmente a la dirección de la academia, a la enseñanza oral y a la redacción de los “Diálogos”. Platón es uno de los genios más completos de toda la humanidad. Especialmente dotado para la especulación, elevará la filosofía a uno de los niveles más altos escaldados por la antigüedad.

 

 

2. Obras.

 

Platón escribió numerosas obras, nos han llegado a 35 diálogos y trece cartas. La crítica moderna ha planteado graves problemas en torno a esta autenticidad e incluso acerca de su cronología.

 

He aquí su posible clasificación y el juicio más frecuentemente admitido:

 

A. Diálogos socráticos o de juventud.

B. Diálogos polémicos.

C. Diálogos dialécticos.

D. Diálogos con tendencia al pitagorismo.

E. Diálogos apócrifos.

F. Cartas.

 

 

3. El problema.

 

Platón recoge el método de Sócrates complementándolo. Subjetiva e internamente, y lo libera de la unilateralidad inductiva, haciéndolo instrumento del proceder inverso, de la deducción. Objetiva y externamente, lo libera de la restricción a la ética, dándole aplicación universal, es decir, metafísica. De esta manera deja gravitar sobre sí todo el peso de la filosofía presocrática, en particular la doctrina de Pitágoras y el conflicto Parménides-Heráclito, trayendo a primer plano la distinción entre lo que nace y perece y lo que es sin restricción.

 

 

4. Los grados del conocimiento.

 

De las cosas nacientes y perecederas tenemos conocimiento sensible, opinión (doxa); de lo que es, de la realidad consciente, podemos alcanzar conocimiento inteligible, ciencia (episteme). En el ámbito de la opinión distinguen dos grados de conocimiento con su correspondiente doble objeto: la conjetura o imaginación (eicasía), es decir, el conocimiento de las imágenes, y la creencia o fe, esto es, el conocimiento perceptivo de las cosas sensibles. En el área de la ciencia hay también dos grados de conocimiento: el razonamiento o razón (dianoia); que tiene por objeto los seres matemáticos, y el conocimiento filosófico o inteligencia (nous), que, mediante la dialéctica, asciende a la contemplación intuitiva de las ideas.

 

 

5. La concepción de la filosofía.

 

La concepción platónica de la filosofía, la sabiduría, es conocimiento perfecto, intelectual (noesis), de las ideas. Es propiamente filo-Sofía, deseo de la sabiduría, esfuerzo dialéctico por llegar a la contemplación de las ideas, pasión eidética. El filósofo posee un alma deseosa de saber, siempre mirando hacia lo alto, Platón se encuentra todavía preso en la aspiración órfico-pitagórica hacia la liberación del alma de los reiterados nacimientos, reencarnaciones sucesivas en distintos cuerpos, que dificultan la libre posesión de la sabiduría. Y por eso el filósofo, al lado de su aspiración a la sabiduría, lleva también la aspiración a morir, y el filosofar mismo es "meditación de la muerte”.

 

Examinemos más de cerca el concepto de filosofía que con él aparece. Considerado en relación a los filósofos precedentes, resulta fácil percatarse de la novedad platónica. La física, tal como la entendían los presocráticos, sólo nos proporciona opiniones variables sobre una realidad cambiante. La solución de Parménides fue genial, pero deja la realidad sensible sin explicar. Los pitagóricos habían proporcionado una primera evasión de los sensible para considerar las cosas en lo que tiene de esencial. Una evasión tal no es aún superación para Platón. Sócrates, con toda su apelación a los conceptos, da también un buen paso en el sentido que Platón le interesaba. Pero los conceptos socráticos quedan reducidos a la realidad moral. Como los pitagóricos, Sócrates, al trascender la sensación, no trasciende el mundo sensible. Platón precisa dar un paso más y apelar a la dialéctica que, produciendo el salto trascendente, sitúa la investigación de lo suprasensible como tal, donde, por contemplación intuitiva, se realiza el genuino conocimiento filosófico. Un conocimiento tal nos es dado por una noesis y tiene por objeto propio las esencias. La noesis nos proporciona la asimilación de un noema, de un ser inteligible, de una idea existente y consistente. Y la filosofía es, precisamente, la noesis de las ideas.

 

 

6. La realización platónica de la filosofía: ídolos, eidos de ideas.

 

Pasemos a examinar la platónica realización de la filosofía.

Cuando el sujeto cognoscente se mueve en el ámbito de la opinión, "imagina y cree" que las cosas singulares y concretas son tal y como se le presentan. En función de esta creencia les impone nombres, diciendo de esta que es agua; de esa, aire; de aquélla, árbol; de otra hombre, etc. Hasta el sujeto que se eleva a un conocimiento racional, matemático, nos asegura que tal cosa es triángulo, tal otro cuadrilátero, etc. El filósofo se da cuenta muy pronto de la irreverencia de esta manera de hablar. Eso que se bebe, por ejemplo, no es agua, sino algo que tiene forma de agua, algo que es acuiforme, y así sucesivamente de tal forma que aquél con quien se dialoga, es antropoide. Tampoco el matemático debe llamar a las cosas concretas triángulos, sino triangulares, etc. Resulta, pues, que las cosas del mundo sensibles son semejanzas, imitaciones, apariencias, imágenes o formas de otras cosas que las miden, las rigen y determinan. En terminología platónica, todas esas expresiones se unifican en el término común de ídolos, diminutivo de eidos, que traduciríamos mejor por ideíllas. Cada cosa del mundo sensible es simple manifestación disminuida de un eidos. El agua sensible es eidos de agua, etc. Todas y cada una de las determinaciones entitativas de las cosas del mundo sensible están regidas por las cosas del mundo inteligible. Las cosas sensibles son, noéticamente vistas, ideíllas, participaciones eidéticas. Sólo en los eidos alcanzan las cosas de nuestra vida cotidiana seguridad y consistencia. De esta manera, Platón ha continuado y superado a Sócrates.

 

El mundo eidético e inteligible (cosmos noetós), debe aprestarse a su estudio. El constituye, precisamente, el centro del quehacer filosófico. La filosofía es, principalmente, noesis del eidos, inteligencia del inteligible. Al eidos platónico se le puede traducir por idea, palabra que también acusa Platón, pero con sentido diferente. El conjunto de los eidos, de las ideas (en minúscula), constituyen un mundo aparte el sensible: el cosmos noetós. El eidos propiamente tal es una realidad permanente, inmutable, intemporal, inespacial; posee, sobre todo, unidad, individualidad y, por lo mismo, indivisión interna y externa diferenciación. Puede, en consecuencia, ser delimitado, definido. He ahí, pues, gran parte de la tarea del filósofo: lanzarse a la caza de las ideas, a la búsqueda de las definiciones.

 

Pero esto no es suficiente. Por arriba del cosmos noetós (por arriba y debajo englobándolo) pone aún Platón a las ideas propiamente dichas (ahora con mayúsculas), supremas realidades absolutamente consistentes, pero también absolutamente indefinibles. Para tres realidades reserva Platón el nombre de idea: el bien, la belleza y la justicia. En la idea del bien se sostienen y flotan todas las ideas, y de ellas reciben su consistencia. Como la luz nos hace ver los objetos sensibles, así la idea del bien lo visualiza todo, iluminándolo y perfilándolo. Algo semejante cabe decir de la idea de belleza. Por su derivación y semejanza del bien, ella es la que baña en luz y claridad el mundo de las realidades físicas, a las cuales, envolviéndolas, vuelve bellas. La idea de justicia ejerce papel análogo en el orbe humano. Ella regula las relaciones entre las tres partes del alma individual. En la posesión de las ideas consiste la sabiduría. Al hombre, empero, en este estado de existencia viajera le ha sido negada tal posesión. Las ideas no se dejan poseer; son inabarcables, indefinibles. Lejos de poder abrazarlas, ellas nos abrazan y aprisionan. El sabio se conformara con rendir acatamiento al bien, pleitesía a la belleza y procurará realizar la justicia en el orbe y individual, social, moral e histórico.

 

 

7. El conocimiento como reminiscencia.

 

La filosofía de Platón es el esfuerzo dialéctico para alcanzar el conocimiento intelectual de las ideas. La dialéctica platónica es primordialmente metafísica (gnoseología, ontología y teología) y derivadamente física, antropología, ética y política.

 

Comenzamos por la gnoseología. El verdadero conocimiento habrá de versar sobre la verdadera realidad. En el orden del tiempo, nuestro primer conocimiento es opinión, doxa, es decir, percepción de las cosas sensibles. La percepción es la ocasión para que el alma recuerde el concepto caído en olvido. La mayéutica se ha convertido en reminiscencia. El verdadero conocimiento es para Platón, recuerdo, anámnesis. La explicación de conocimiento intelectual como simple reminiscencia lleva ya implicada la triple teoría ontológica, física y antropológica. Por de pronto, debe existir un mundo eidético, espiritual, trascendiendo del mundo sensible, material. Y como, con ocasión de las percepciones recibidas de este mundo, recuerda el alma al otro, debe declararse su preexistencia en él.

 

 

8. El " cosmos noetós " y la ontología platónica.

 

Platón se interesa por el verdadero ser; pero teniendo este los atributos que le señalara Parménides y encontrando en las cosas atributos antitéticos, concluye que el verdadero ser no puede estar en las cosas. Las cosas del mundo son rectas y no rectas, cuadradas y no cuadradas: son y no son además para que yo pueda ver cosas rectas y no rectas, preciso tener la idea de recta, cuadrado, etcétera, y no encontrándose nada en este mundo que sea recto ni cuadrado, es necesario que la idea se de en otro mundo. La idea platónica es una especie de conceptos socrático investido de los atributos y de la realidad del ente parmenídico hecho subsistente en el mundo inteligible.

 

Las ideas son realidades permanentes y absolutas que, por tanto, no pueden existir en este mundo mudable y relativo. Son entes universales que existen por sí en el mundo suprasensible.

 

El primer carácter fundamental de la idea platónica es la unidad. Cada idea es una idea indestructible. La unidad de cada idea no atenta contra la pluralidad de las ideas. Cada cosa del cosmos aiszetós tiene una idea del cosmos noetós. Salvada la pluralidad, a cada idea aplica Platón los caracteres del ente parmenídico. Así, las ideas son inmóviles, inmutables, intemporales, inespaciables eternas.

 

La idea, en segundo lugar, es sustante y sustantiva. Tiene una consistencia en sí misma. Su realidad no es un ser adjetivado. Aunque no haya mente que la conciba, existe.

Las ideas, en su sustancialidad, gozan de existencia real. En último término, las ideas son las esencias de las cosas sensibles existentes realmente en el mundo inteligible. Platón es exageradamente realista.

 

Finalmente, las ideas son paradigmas, modelos, arquetipos de las cosas sensibles. Preexisten a las cosas y no les afecta la mutabilidad inherente al mundo sensible. Cada cosa reproduce imperfectamente, como una copia infiel al modelo, su idea. Las cosas son a las ideas como las sombras a sus objetos.

 

El cosmos noetós no constituye un único estrato en el que las ideas se sitúen horizontalmente. Las ideas mantienen entre sí relaciones de jerarquía. En la cúspide de esta jerarquía coloca Platón la idea del bien. Es el sol de las ideas y de las almas: con su luz y su calor da a las ideas ser y verdad y al alma capacidad de conocer.

 

 

9. El " cosmos aiszetós " y la física.

 

¿Qué son las cosas del mundo sensible?

Platón piensa que son mezcla de ser y no ser. Son, en cuanto participan de las ideas. No son, en cuanto son mera participación. Es la cosa un compuesto de ser y no ser, de materia y forma; en lo que tiene de suyo, en cuanto es materia, la cosa no es; en cuanto es forma, participación de la idea, es ser. Para hacer comprensibles estas ideas, nos cuenta en "la República" el mito de la caverna.

 

Platón, pues, para explicar el ser de las cosas, acude al concepto de participación. Mas con esto no le es aún suficiente. Cada cosa del mundo parece participar de varias ideas. Por ejemplo, Sócrates es un ser, viviente, animal, racional. Sócrates, ¿Es Sócrates porque participan de la idea de ser o de la de viviente o de la de racional, etc.? Platón resuelve esta cuestión introduciendo otro concepto de extremada dificultad: la comunidad. Sócrates es Sócrates porque participa de la idea de Sócrates; mas la idea de Sócrates se halla en comunidad con la idea de ser, de viviente, etc.

 

 

10. El alma y la antropología.

 

El origen del hombre es explicado en el "Fedro" con el mito del carro alado. El alma está representada por un carro alado tirado por dos corceles, uno blanco y otro negro (el ánimo y el apetito), y guiado por un auriga (la razón). Llegó un momento de su carrera en que el carro se despeña y el alma cae en este mundo sensible encarnándose en un cuerpo. El alma, pues, está compuesta por tres fuerzas o partes: la razón o alma inteligible, el ánimo o alma irascible y el apetito o alma concupiscible, que Platón sitúa, respectivamente, en la cabeza, en el corazón y en el vientre. El alma irascible y la concupiscible quedan tan estrechamente vinculadas al cuerpo que se contagia de todos sus caracteres, pero el alma inteligible, más independiente, puede elevarse, por ministerio del conocimiento, a una vida superior, teorética. El alma inteligible, hecha para la contemplación de las ideas, no nace ni perece; se une accidentalmente al cuerpo, al cual preexiste y sobrevive. Admite también Platón la transmigración de las almas, idea tomada de los pitagóricos y muy difundida en el oriente (metempsicosis).

 

 

11. La ética.

 

Para Platón, el supremo bien del hombre es la contemplación de las ideas, y en ello reside la validez objetiva de la ley moral. De ahí la noción socrática de que el conocimiento se identifique con el bien obrar, y que, por consiguiente, la virtud es un saber. De ahí también la doctrina pitagórica de la ascesis, necesaria, según Platón, para dejar al alma en perfecta disposición de contemplar las ideas.

Platón es el descubridor de las cuatro virtudes cardinales. En consecuencia con su antropología asigna a cada parte del alma una virtud particular: la prudencia es la virtud de la alma inteligible, conforme a la cual cobramos con razón de nuestros actos; la fortaleza es la virtud de el alma irascible y tiene por objeto estimularnos para vencer las dificultades; la templanza es la virtud del alma concupiscible, y por ella el hombre modera sus apetitos. Finalmente, la justicia no es tanto una nueva virtud cuanto la armonía de las otras tres virtudes.

 

 

12. La sociedad.

 

En conformidad con la antropología y con la ética, establece Platón su teoría de la sociedad. Como el alma tiene tres partes, así el estado se compone de tres grandes clases sociales: el pueblo, los militares y los filósofos. De acuerdo con la ética, señala a cada clase su virtud: la virtud peculiar del pueblo es la templanza; la de los guerreros, la fortaleza; la de los filósofos, la prudencia. La justicia regula las relaciones de los individuos con el estado.

El pueblo es la clase productora y ha de sostener económicamente a las dos clases superiores. La clase militar tiene como función la defensa del estado contra los enemigos interiores y exteriores. Los filósofos tienen por misión gobernar y educar a todos los individuos y contemplar las ideas.

 

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La filosofía en la edad antigua: época helénica.






Aristóteles.

 

1. Vida.

 

Aristóteles (384-322) nació en Estagira (Tracia), en la Costa del Egeo,. Su padre era médico del Rey de Macedonia. Joven aún, se trasladó a Atenas, ingresando en la academia, donde recibió la enseñanza de Platón. Muerto éste, deja Aristóteles la academia y se instala en la isla de Lesbos. Llamado por Filipo, se traslada a la corte de Macedonia como preceptor de Alejandro Magno. Más tarde retorna Aristóteles a Atenas, donde funda el Liceo. Las lecciones dialogadas las solía dar las paseando con sus discípulos por el jardín del Liceo; de aquí que recibiera la escuela también el hombre de Peripato y se llame peripatética a la doctrina allí enseñada. Muerto Alejandro en 323, el partido nacional ateniense le obligó a salir de Atenas, retirándose Aristóteles a Calcis, donde murió, a los 62 años de edad.

 

 

2. Obras.

 

Aristóteles compuso numerosas obras, de las cuales se conservan muy pocas. Escribió primero, imitando a su maestro, numerosos diálogos, algunos de ellos estaban destinados a los lectores no pertenecientes al Liceo, y, por ello, se han llamado exotéricos.

Las obras que conservamos de Aristóteles, de estilo descuidado y con frecuencia incorrecto, fueron redactadas para uso de las clases del Liceo, o recopiladas de los apuntes recogidos por los alumnos.

 

Pueden clasificarse como sigue: obras de Aristóteles:

 

A. Obras de lógica.

B. Obras de física.

C. Obras de metafísica.

D. Obras de biología.

E. Obras de psicología.

F. Obras de moral.

G. Obras de retórica y de poética.

 

 

3. Los tres periodos del pensamiento aristotélico.

 

Aristóteles pasa por tres etapas en el desarrollo de su pensamiento filosófico:

 

A. En la primera etapa, la filosofía aristotélica está transida de platonismo. Se acentúa, inclusive, la tendencia mística de la filosofía platónica. Piensa Aristóteles que el mayor bien del hombre hubiese sido no haber nacido, fenómeno que se produce por la caída del alma en el mundo del devenir; después de éste, el mayor entre los alcanzables consiste en poder morir lo más pronto posible, pues esta posibilidad de lleva aparejada, con la vuelta del alma a su natural estado, la posesión plena de la sabiduría. Mientras tanto, el hombre debe esforzarse en el ejercicio de la razón, esto es, filosofar, amar y perseguir la sabiduría, preparar el retorno del alma a los lugares celestes.

 

B. La segunda etapa del pensamiento aristotélico es ya de transición. Está presentada por el diálogo "Sobre la filosofía" o "Del bien", que contenía una historia del pensamiento filosófico, una crítica de la teoría de las ideas de Platón y una especie de teología de los astros. La filosofía se convierte ahora en teología.

 

C. Llegamos a la etapa definitiva del pensamiento aristotélico. A la platónica separación entre las ideas y las cosas opone Aristóteles la exigencia socrática de su unidad. Sócrates había buscado conceptos y ensayado definiciones. Con ello intentaba dar razón a las cosas. Por tanto, las esencias universales y permanentes, aprisionadas por los conceptos, debían encontrarse en las cosas mismas y no separadas en un mundo aparte. Pero si las esencias (objeto de nuestra inquisición racional) se hallan involucradas en las cosas del mundo (objeto de nuestra experiencia ordinaria), se hace preciso plegar las alas de la dialéctica para acomodarse más a la realidad. El principio fundamental del platonismo se invierte. Ya no será la idea quien rige las determinaciones entitativas de las cosas; serán estas quienes rigen y determinan las peculiaridades de nuestras ideas. El mundo sensible comienza a revalorizarse, perdiendo su carácter gregario y decaído y adquiriendo propiedad de autenticidad como lugar de alojamiento de la realidad inteligible. Con ello la filosofía deja de ser noesis de las ideas y preparación para la muerte, y se convertirá en la ciencia de todos los seres por sus causas últimas y sus primeros principios.

 

 

4. Las tres formas de conocimiento.

 

Aristóteles distingue tres formas diferentes en el conocimiento: experiencia, ciencia e inteligencia.

 

A. La experiencia (empeiria) es el conocimiento de las cosas concretas en sus características singulares. Ligada a la experiencia, aunque bajo algún respecto superior, sin alcanzar, el grado del conocimiento científico, se halla el arte o técnica, en el sentido original de estas palabras: es un saber de los medios para realizar algo. El conocimiento técnico se dirige también a lo concreto y singular, y por eso es inseparable de la experiencia, bien que, en cierto sentido, la dómine y supere, abierto como está a ciertas normas generales.

 

B. La ciencia (episteme) es el conocimiento de las cosas por sus causas y principios. Supera el grado del saber puramente mostrativo para hacerse conocimiento demostrativo. La ciencia es, el saber demostrativo de las cosas. Por ciencia conocemos por qué las cosas son lo que son. En toda demostración debe haber principios en que la demostración se apoya y conclusión a la que la demostración llega. La demostración, pues, supone que hay principios indemostrables. Siendo la ciencia un saber demostrativo, versará formalmente sobre las conclusiones, no sobre los principios.

 

C. La inteligencia (nous) es, precisamente, el saber de los principios. La inteligencia de los principios viene postulada para Aristóteles por la existencia misma de la ciencia. Siendo, en efecto, la ciencia (viene a decir en un texto celebre) una concepción de lo universal y de lo necesario obtenida por demostración y exigiendo toda demostración principios en que apoyarse, resulta que no puede haber ciencia de los principios. Y siendo necesario el conocimiento de los mismos, pues, de lo contrario, perecería la certeza de las conclusiones, y no pudiendo tenerse tampoco por experiencia, siguiese que se tiene inteligencia de los principios del saber.

 

 

5. Los tres géneros de ciencias.

 

Aristóteles clasifica las ciencias en tres géneros: teoréticas, prácticas y poéticas. Esta clasificación está basada en un criterio de finalidad. La actividad cognoscitiva orientada al simple conocer o especular da lugar a las ciencias teoréticas; orientada al obrar, a la dirección de la conducta, da origen a la ciencias prácticas; orientada al hacer, al fabricar o producir, constituye las ciencias poéticas. También puede decirse que los tres géneros de ciencias se distinguen por la diferente actividad en que se asientan. Cuando la actividad cognoscitiva consiste en la contemplación, la ciencia es teorética; si radica en la acción, la ciencia es práctica, y si consiste en la producción o creación, la ciencia es poética.

 

A. Las ciencias teoréticas son clasificadas por Aristóteles en tres especies: física, matemática y filosofía primera o metafísica, según habría de llamársele más tarde. El criterio de la división es ahora el grado de inteligibilidad o de abstracción de los respectivos objetos. La física está situada en el primer grado de inteligibilidad y tiene por objeto las cualidades sensibles de los cuerpos, abstracción hecha de sus caracteres singulares. A ella se asimilan la biología y la psicología. La matemática está colocada en segundo grado de inteligibilidad y tiene por objeto la cantidad como tal, abstraída de las cualidades sensibles. La metafísica se mueve en el tercer grado de inteligibilidad y tiene por objeto el ser en cuanto ser, abstracción hecha de la cantidad.

 

B. En la ciencia práctica pone Aristóteles la ética, dividida, en tres partes: la monástica o ética propiamente dicha, la económica y la política. El criterio para la clasificación se asienta en la consideración del peculiar obrar del individuo, la familia y la sociedad civil o política.

 

C. Las ciencias poéticas comprenden las artes en general, tanto bellas como útiles. Aristóteles se refiere con preferencia a dos: la poesía y la retórica.

A las seis ciencias enumeradas debe agregarse la lógica, disciplina que Aristóteles no catalogó entre las ciencias, no obstante, constituyen su más original creación, denominada en el seno de su escuela como organon.

 

 

6. La lógica.

 

La lógica aristotélica comprende, propiamente, tres partes: la definición, que versa sobre las ciencias conceptuales; el juicio, y el razonamiento. Aristóteles ha estudiado casi exhaustivamente el razonamiento como un instrumento de la demostración. El razonamiento puede ser de dos clases: la deducción y la inducción. La deducción es un procedimiento demostrativo que, partiendo de premisas generales, nos lleva a una conclusión particular. El razonamiento deductivo categórico se expresan con el silogismo, compuesto de dos premisas, mayor y menor, ligadas por un término medio, y una conclusión. Aristóteles estudia con toda penetración los elementos materiales del silogismo (proposiciones y términos) y analiza su elemento formal, estableciendo las leyes silogísticas, las figuras y los modos.

 

La inducción aristotélica se llama completa, porque en la premisa mayor están incluidos todos los casos particulares que se supo sumen después en la conclusión. En esto se diferencia hondamente de la inducción socrática y de la incompleta o científica, mal llamada baconiana.

 

La lógica aristotélica se ocupa también de las argumentaciones dialécticas y sofisticadas, así como de otra multitud de problemas, como la comprensión y extensión lógicas, la clasificación de los juicios y de las proposiciones, con su oposición, conversión y equivalencia, las categorías, etc.

 

 

7. La metafísica.

 

A. Definición.

Aristóteles llama a la metafísica filosofía primera, y la define como el estudio del ente en cuanto ente. La llama también ciencia divina, es decir, teología, por la doble razón de que Dios es objeto de ella y el conocimiento metafísico es propio de Dios. La define también como ciencia de la sustancia. Estas tres acepciones de la metafísica no atentan a la unidad de la filosofía primera. La metafísica es la ciencia del ente en cuanto ente, de Dios y de la sustancia.

 

B. Potencia y acto.

Los presocráticos enfocaron el problema filosófico desde el punto de vista del cambio. Y llegaron a soluciones contrapuestas y exclusivistas. Mientras Parménides tenía que negar el movimiento, Heráclito terminaba por afirmar que sólo el movimiento existía. Los atomistas no pudieron conciliar satisfactoriamente estas dos posiciones contrapuestas. Ni siquiera Platón logra una solución válida. Aristóteles, en vez de fijarse en el cambio de la realidad, se fija en la realidad que cambia. Sólo así pudo descubrir entre el ser y el no ser un término medio: el poder ser. Cada ser que es ya, puede ser otra cosa que todavía no es. Propiamente, pues, ahí en cada cosa un ser ya y un no ser todavía. Al ser ya lo llama Aristóteles acto, y al no ser todavía, potencia. La explicación del movimiento es entonces muy clara:

...cambiar es pasar de la potencia al acto.

 

C. Materia y forma.

Paralelamente a la distinción de potencia y acto, pone Aristóteles como constitutivos de las cosas la materia y la forma. La materia es pura posibilidad, potencia, principio indeterminado del ser. La forma es la actualidad del ser, el principio determinante. Aristóteles distingue entre materia prima y materia segunda, y entre forma sustancial y formas accidentales.

 

D. La sustancia.

La sustancia realiza el sentido fundamental del ser. Sustancia, en primer lugar, significa lo que está debajo, lo que es sujeto. La sustancia, en este sentido, es sujeto, soporte de los accidentes. En un sentido más profundo, sustancia es lo que existe en sí y no en otro. Distingue dos clases de sustancia: la sustancia primera y la sustancia segunda. La primera es el individuo. La segunda es el universal.

 

E. Los cuatro modos de ser.

Según Aristóteles,

...el ser se dice de muchas maneras.

Con esta frase ha expresado el estagirita el genial descubrimiento de la analogía del ente. Aristóteles enumera cuatro modos del ser: el ser per se y el ser per accidens; el ser según las categorías; el ser según lo verdadero y lo falso; el ser según la potencia y el acto.

El ser per se es la esencia; el ser per accidens, el accidente. Para Andrés, ser hombre es ser por esencia; ser músico, es ser por accidente. El ser esencial puede, a su vez, decirse de varias maneras. Cada una de estas maneras es un predicamento o categoría. Las categorías dividen al ente en diez modos: sustancia, cantidad, cualidad, relación, acción, pasión, lugar, tiempo y hábito. Los nueve últimos son accidentes. Cuando Aristóteles habla del modo de ser según lo verdadero y lo falso, no se refiere a la verdad o falsedad lógicas, que se dan únicamente en los juicios, sino a la verdad del ser. La verdad y la falsedad son, entonces, modos del ser. Así puede decirse un verdadero cuchillo o un € falso. Un ser se dice verdadero cuando manifiesta, es decir, descubre, desvela el ser que tiene. Se dice falso cuando muestra un ser distinto del suyo. Verdad es, pues, la patencia del ser que es; falsedad es la patencia de el ser que no es.

 

F. El movimiento.

Teniendo en cuenta lo anteriormente dicho sobre la potencia y el acto, se hace fácilmente inteligible la explicación aristotélica del movimiento. Moverse es llegar a ser lo que se puede ser y que no se es todavía, o dejar de ser lo que se es ya. Hay en todo movimiento dos términos: el principio y el fin, y un sujeto que pasa de uno a otro. El principio de movimiento es el sujeto en potencia; el fin, el sujeto en acto. En el movimiento se da, pues, el tránsito de uno a otro. Pero el tránsito de la potencia a acto no se puede verificar más que por un ser ya en acto. De aquí que todo lo que se mueve, se mueve por otro. Hay cuatro clases de movimientos: local, cuantitativo (aumento y disminución), cualitativos (alteración) y sustancial (generación y corrupción). El movimiento se explica también en función de la retórica de la materia y la forma. La forma cambia; la materia permanece a través de todos los cambios. La materia es eterna, y el movimiento, también. El movimiento no es una realidad originaria como la materia. Siendo la materia de por sí inerte, el movimiento exige siempre un motor.

 

G. Las causas.

Aristóteles distingue cuatro causas del ser: material, formal, eficiente y final. Las dos primeras son causas intrínsecas, constitutivas. Las dos últimas son extrínsecas y explican el devenir. De la causa material depende la individualidad del ser; de la formal, la especificidad; de la eficiente, sus cambios, y del fin, su ordenación. La materia, en efecto, es aquello de que algo está hecho; la forma, lo que hace que una cosa sea lo que es; la causa eficiente produce la cosa haciéndola pasar de la potencia al acto; la final es aquello por lo cual una cosa se hace.

 

 

H. El primer motor.

Todo cuerpo en movimiento necesita de un motor. Si este motor es, a su vez, móvil necesita de otro. En esta serie de motores y movidos es imposible llegar hasta el infinito. Si no hubiera un primer motor no habría tampoco movimiento. Existe, pues, un primer motor, que tiene que ser inmóvil, para no necesitar ser promovido para obrar. Este motor inmóvil es... El Dios aristotélico obra, como el amor, por atracción: es el fin de todos los movimientos. Pero esto mismo implica que no tenga potencia, que sea acto puro, forma sin materia. A de realizar en sí la plenitud del ser. Le convendrá el más alto grado de ser, es decir, el pensamiento. No necesitando de objeto distinto de si para pensar, éste será el pensamiento que se piense así mismo, noesis noeseos noesis.

 

 

8. La psicología.

 

Aristóteles estudia la psicología como un capítulo de la física. La psicología es el estudio de los seres vivos. El principio de la vida es el alma. Habrá tantas especies de almas cuántos tipos de vida. Paralelamente a los tres tipos de seres vivientes distinguirá, tres almas: el alma vegetativa de las plantas, que verifica funciones de nutrición y reproducción; el alma sensitiva de los animales, que realiza, además, la sensibilidad, la apetibilidad y la locomoción; y el alma racional del hombre, que verifica también el razonamiento y la volición. En el hombre no hay tres almas, como enseña la Platón, sino una sola: la intelectiva, que verifica su función propia y asume las funciones sensitivas y vegetativas. El hombre es un compuesto sustancial de cuerpo y alma.

 

Aristóteles estudia detenidamente las funciones sensitivas irracionales; rechaza las ideas innatas y la reminiscencia platónica, concibiendo el alma como una tabla rasa. Todos los conocimientos, pues, son adquiridos. El punto de partida conocimiento es la experiencia, la sensación. La función de la sensibilidad se lleva a cabo por los sentidos externos y los internos. Su más alta expresión son las imágenes o fantasmas, que proporciona la materia para el conocimiento intelectual. Estas imágenes han de ser elaboradas mediante la función abstractiva y generalizadora del intelecto agente. Producida esta elaboración, son recibidas en el entendimiento pasivo.

 

 

9. La ética.

 

La ética de Aristóteles es un estudio del bien humano moral. Para todos los hombres, el bien consiste en la felicidad. Más no todos aciertan la esencia de la felicidad. Algunos han creído que la felicidad radica en el placer. Lo original de Aristóteles consiste en haber puesto de manifiesto que el placer no constituye la esencia de la felicidad, sino que es un efecto concomitante de ella. Tampoco la felicidad consiste, como creen otros, en la virtud. La felicidad propiamente habrá de consistir en el ejercicio de la potencia más noble del hombre. Y siendo ésta en entendimiento, resultará, que la felicidad consiste en la vida teorética, en la contemplación intelectual. Contra Sócrates y Platón, establece que la virtud no consiste en el mero ejercicio de la potencia racional. La virtud es un hábito de obrar el bien, dirigido por la razón, pero ha adquirido por el esfuerzo de la voluntad toda virtud tiene un carácter de término medio entre los excesos igualmente viciosos; el valor, por ejemplo, es el término medio entre la cobardía y la temeridad.

Aristóteles distingue dos grupos de virtudes: las éticas o de la vida activa y las dianoéticas o de la vida teorética.

 

 

10. La política.

 

Aristóteles se ocupó detenidamente de los problemas políticos y sociales. El hombre, dice, es un animal social y político. Lejos de las especulaciones utópicas de Platón, y ateniéndose a su en sentido, establece como fundamento de toda sociedad política la familia y la propiedad. Fiel a su concepción de los posibles tipos de vida, llegó a aceptar la existencia de esclavos en la sociedad dedicados a los trabajos inferiores. Respecto a las formas de gobierno, distingue las justas o puras de las injustas o degeneradas. Las formas justas persiguen el bien común, y son tres: la monarquía, la aristocracia y la democracia. Las injustas sacrifican el bien común y persiguen el bien particular del gobernante. Son también tres: la tiranía, la oligarquía y la demagogia.

 

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La filosofía en la edad antigua: época Helenísticorromana.


 

 

El epicureísmo.

 

 

1. La escuela del jardín.

 

Epicúro de Samos (341-270), fundó en Atenas la escuela del jardín, llamada así por haber sido establecida en el jardín de su propia casa. La escuela durará hasta el siglo IV en constante fidelidad a las enseñanzas del maestro. Dos clases de influencia determinan la filosofía de Epicuro: la doctrina moral de los cirenaicos y el atomismo de Demócrito. El epicureísmo es, en efecto, el intento de fundamentar la ética de la canónica (teoría del canon del conocimiento) a través de la concepción ató mística de la física.

 

Sus principales discípulos fueron: Lampsaco, Polineo, Leonteo, Colotes, Idomeneo y Hermarco. Influencias del epicureísmo pueden advertirse en los poetas romanos Virgilio, Ovidio, Horacio y, especialmente, en Lucrecio.

 

De las 300 obras que se atribuye a Epicuro, sólo conservamos algunas cartas y escasos fragmentos, juntamente con la obra "sobre naturaleza", todavía no completamente descifrada y publicada en mínima parte.

 

 

2. La filosofía y sus partes.

 

La filosofía epicúrea es, principalmente, ética. Y esta es la ciencia de la felicidad. Mas como la felicidad no se consigue sin desterrar las falsas opiniones sobre la realidad y el acontecer natural, es necesario un recto conocimiento de la naturaleza, que sólo la física proporciona. La ética de Epicuro se fundamenta en la física. Y como nadie desterraría los temores para confiar en la ciencia natural si no se de mostrara la validez de los acontecimientos que ofrece, la física precisa fundamentarse en la canónica, que proporciona el criterio de la verdad. Tales son las tres partes de la filosofía: la canónica es medio para la física, y ésta, medio para la ética. La ética también carece de fin en sí misma, encontrándose esencialmente referida a la conquista de la felicidad. Con el epicureísmo la filosofía se supedita a la vida, el conocimiento se subordina al obrar, la contemplación se subalterna a la acción. Grecia ha entrado en la decadencia.

 

 

3. La canónica o teoría del conocimiento.

 

Epicuro no cultivó la lógica. En cambio trata de buscar un canon o criterio de verdad del conocimiento. Para esto establece cuatro criterios de evidencia, que llama pasión, sensación, premonición e intuición.

 

La primera evidencia epicúrea es la que ofrece la pasión, es decir, la afección pasiva del placer y del dolor.

 

El segundo criterio de verdad consiste en la sensación. La sensación es siempre verdadera. Si alguna vez caemos en error, éste es debido al acto de juzgar que se añade a la sensación. Para salir de él basta someter el juicio a los datos de la percepción sensible.

 

La tercera evidencia es llamada prenoción. Con anterioridad a la percepción sensible actual posee el alma, almacenadas en la memoria, todo un repertorio de nociones referidas no a entes imaginarios, sino a cosas reales cuya existencia no se hacen conocer con evidencia.

 

Finalmente, el cuarto criterio de evidencia es la intuición racional y reflexiva. La prenoción nos remite a cosas no percibidas actualmente, pero, de suyo, perceptibles: se mueven siempre en el ámbito de las cosas sensibles. El epicureísmo pretende también una evidencia de las cosas invisibles que nos es proporcionada, precisamente, por la intuición. Por reflexión sobre el fenómeno como signo nos abrimos al conocimiento de una realidad invisible que debe ser admitida, so pena de negar el fenómeno mismo. Por ejemplo, puesto que existe el movimiento, debe existir también esa cosa invisible que llamamos vacío,

"ya que el cuerpo en movimiento no tendría espacio en que desplazarse si todo estuviese lleno".

Las teorías físicas del átomo y el vacío, e inclusive, del mecanismo de la sensación, son establecidas merced a este cuarto criterio de la intuición racional.

 

Con ese cuádruple criterio, la canónica epicúrea pretende fundamentar el conocimiento de la realidad trascendiendo de las apariencias. Dogmatismo será el nombre con que motejarán a los epicúreos los escépticos coetáneos.

 

 

4. La física.

 

Hemos dicho que la ética de Epicuro está fundamentada en la física. Esto no obsta, empero, para que la física del epicureísmo esté concebida con vistas a aquella fundamentación. Hasta tal punto ocurre así, que, no interesándole para su ética la providencia de Dios ni la inmortalidad del alma, por ejemplo, se impondrá a la física la negación de estas doctrinas.

 

Epicuro reproduce la doctrina atomista de Demócrito. Los cuerpos están constituidos por los principios reales: los átomos y el vacío. Los átomos son infinitos, iguales en la calidad y diferentes en figura y peso. Excluye las causas finales y admite el mecanicismo como explicación del movimiento. En un punto, sin embargo, tiene Epicuro que apartarse de Demócrito. Interesaba a su ética poner de relieve que los acontecimientos de la naturaleza son debidos al azar y no regidos por los dioses, y que el alma humana goza de libertad. Por eso tiene que introducir en los átomos una capacidad de modificar por sí mismos la línea vertical de movimiento. A este poder de desviación llamó Epicuro clinamen. Con el explica la casualidad en los acontecimientos del cosmos, que las gentes, por desconocimiento o por prejuicio, atribuían a los dioses, y la libertad en el hombre. Por añadidura, sirve para dar una idea del origen del cosmos. Esta teoría de la declinación de los átomos, que tantas burlas suscitó entre los adversarios del epicureísmo, es un caso típico de la eficacia que debía rendir, en orden al progreso del conocimiento en el ámbito de lo metasensible, el criterio epicúreo de la intuición racional. Los dioses no se ocupan de la acontecer del mundo, ni castigan o premian a los hombres. El alma humana, como material que es, se descompone al disgregarse los átomos que la constituye y no sobrevive al cuerpo. Esto tiene también capital importancia para la ética. La muerte no debe preocuparnos ni debemos mirarla con temor; no representa ningún mal, ya que tras ella no existimos, y, por consiguiente, no podemos sufrir.

 

Hagamos ahora una breve reflexión sobre el atomismo. El atomismo antiguo pretende ser de carácter filosófico. Trata de dar, como ya hemos estudiado, una explicación de todas las cosas por sus principios constitutivos más radicales, llegando a la concepción materialista, según la cual el ente se reduce al ser material. La realidad toda (cuerpos, almas, Dios) está compuesta de átomos materiales que se mueven en el vacío. En esta reducción y en este exclusivismo radica justamente su falsedad. El atomismo filosófico, en cuanto elimina de lo real todo el dominio cualitativo y pretende una explicación exhaustiva del ser por el ser material, debe ser declarado radicalmente falso. En la ciencia moderna se habla también de la teoría atómica. Pero la teoría atómica científica, consciente de sus propios límites, que es aplicada al dominio de la materia y se basa en la experiencia, pudiendo, en consecuencia, ser una teoría válida. Puede, por consiguiente, declararse al mismo tiempo exacta la teoría atómica científica y falsa el atomismo filosófico. Es más: cuanto más verdadera sea la primera, más falso se manifiesta el segundo. Esto no significa, ni mucho menos, una apelación a la teoría de las dos verdades. Lo que sucede es que filosofía y ciencia experimental se mueven en planos y dominios diferentes. Mientras la ciencia se circunscribe a uno de los elementos de la realidad total, el conocimiento filosófico ha de trascender toda parcela y penetrar, su comprensión global, en los diferentes órdenes de la entidad.

 

 

5. La ética.

 

Epicuro sienta como base de su ética esta afirmación fundamental: el placer es el bien y el dolor y el mal. La vida humana es una mezcla de placeres y dolores. Los dioses, en cambio, son enteramente felices, ya que su vida es un disfrute continuo del placer, sin mezcla de dolor. El ideal de la vida humana estará en acercarse a ese estado, para ello es necesario proporcionarse la mayor cantidad posible de placeres con la menor mezcla posible de dolores. Epicuro, ahora, tiene que hacer una teoría del placer.

 

Los placeres, en primer lugar, pueden ser positivos o negativos. Un placer positivo es la satisfacción de una necesidad; un placer negativo es la ausencia de una necesidad. Un primer principio de valoración de los placeres coloca a los negativos por encima de los positivos. La razón está en que los placeres positivos exigen esfuerzo para ser alcanzados, estando, por tanto, mezclados con dolores.

 

También se clasifican los placeres en sensibles y espirituales. Propiamente, no es que se trata de placeres espirituales; todos los placeres son corporales; pero hay unos producidos por el cuerpo mismo, mientras que otros son producidos por alguna facultad del alma. Los placeres espirituales son siempre superiores a los sensibles, y ello por dos razones: primera,  por su mayor duración; segunda, por estar en nuestra mano el producirlos a nuestro antojo. La memoria y la imaginación son fuente inagotable de placeres. Por la memoria recordamos situaciones placenteras pasadas, lo cual constituye un placer actual. Por la imaginación anticipamos placeres futuros. También es fuente de placeres la inteligencia.

 

Todos los problemas se resuelven en función de este criterio del placer. La amistad, por ejemplo, es aconsejable porque proporciona placer, sobre todo el placer de la conversación. El matrimonio no es aconsejable porque es fuente de preocupaciones, disgustos y dolores. Los cargos políticos no son tampoco recomendables, por la misma razón. La mejor forma de gobierno será, entonces, la monarquía, porque es el sacrificio de uno solo. Como podemos observar la ética de Epicuro pierde el carácter normativo para convertirse en una moral del consejo.

 

Ante estas consideraciones, la moral de Epicuro, que comienza afirmando el principio del placer sensible, va poco a poco descartando, a causa de los males que lleva inherentes, hasta convertirse en una moral del renunciamiento, de la ascesis, y termina afirmando como meta final la ataraxia (imperturbabilidad), placer interior, negativo, que no lleva consigo ningún dolor.

 

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La filosofía en la edad antigua: época helenísticorromana.

La filosofía en la edad antigua: época helenísticorromana.

El estoicismo.

 

 

1. La Estoa y su despliegue histórico.

 

Zenón de Citio (335-263), mercader llegado a Atenas, es el fundador de la nueva escuela de marcada dirección ética que se apellida estoica o del pórtico, debido a que fue instalada en el pórtico (Stoa), pintado por Polignoto. Tres fases se distinguen en su despliegue histórico:

 

A. El estoicismo antiguo que está representado, después del fundador, por Cleantes de Assos (304-223) y por Crisipo de Soles (281-208). Tres clases de influencias recibe el estoicismo antiguo: parte de los principios morales de los cínicos, está vinculado a Heráclito en la física y depende de Aristóteles en la lógica.

 

B. El estoicismo medio se funde con el eclecticismo y está representado por Boeto de Sidón y Panecio de Rodas (180-110).

 

C. El estoicismo nuevo se desarrolla entre los romanos del imperio y anuncia por muchas partes la posición de la metafísica religiosa. Es el estoicismo la doctrina filosófica que los romanos supieron profundizar notablemente. Cuadrado muy bien a su espíritu tradicionalista y conservador.

 

 

2. La filosofía y sus partes.

 

Veamos en primer término, con carácter general, la concepción estoica de la filosofía y examinemos después, separadamente, la realización de la misma en el historicismo antiguo y el historicismo romano.

 

Ya quedó dicho que la filosofía estoica es teoría y práctica de la virtud. Según la expresión de Séneca, estudio de la virtud mediante la virtud misma. Sigue, pues, primariamente referida a la ética, aunque consta también de física y de lógica. La física debe proporcionar a la ética una concepción de la naturaleza y de su finalismo universal en la que pueda ser fundamentado el fin del hombre. Se ocupa, pues, de todos los seres, corpóreos e incorpóreos, por lo cual abarca también psicología y la teología. La lógica debe ofrecer a la ética, con el criterio de verdad, las credenciales que justifiquen la acción. Como diría Epicteto, la ética pone en práctica los preceptos, la física los demuestra indicando de donde proceden, la lógica fundamenta y explica dichas demostraciones.

 

 

3. El estoicismo antiguo.

 

A. Lógica.

 

Los primeros estoicos adoptan la lógica de Aristóteles, ampliándola al estudio de los signos verbales, dándole un cariz gramatical, y a la determinación del criterio de verdad. Todos los conocimientos humanos empiezan con la experiencia. Propiamente también terminan con ella. Los estoicos son, en este sentido, empiristas exagerados. El criterio de verdad está en la percepción sensible, pero criticada en sus fases correspondientes al órgano, al objeto y al medio, para obtener así lo que llaman representación cataléptico. Distinguen dos clases de conceptos: los naturales, que se forman por repetidas experiencias de las mismas cosas, y los universales, formados por el entendimiento. Propiamente sólo los conceptos naturales tienen validez.

 

B. La física.

 

La física estoica es monista y panteísta. Sólo existen las cosas individuales. Consecuentes con su teoría de la no validez de los conceptos universales, niegan la sustancia segundas,. Estas no son otra cosa que meras abstracciones de entendimiento, sin fundamento posible a la realidad. Ya en esta dirección dado un paso más, para afirmar que todo lo real es corpóreo. La realidad corpórea se compone de cuatro elementos: fuego, aire, agua y tierra. El fuego y el aire son elementos activos; el agua y la tierra, elementos pasivos. Unos y otros constituyen el mundo. El fugó penetra y anima a toda la realidad, produciendo la cohesión de las cosas y la vida en los vegetales, animales y hombres. Este foco primitivo es el logos, la razón del universo. De esta manera, todo se hace racional. Los seres de la naturaleza obran teleológicamente.

 

C. La teología.

 

Este logos es un elemento divino y, en último término, Dios. Dios es el alma del mundo; está constituido por el elemento más activo, que es el fuego. Mueve el universo entero y las cosas todas según una ley de rigurosa necesidad. Todo está perfectamente determinado. La casualidad y la libertad no existen; el hado, la fatalidad, lo domina todo. Dios es, al mismo tiempo, razón del universo entero. Contiene en sí las rationes seminales de todas las cosas. Por esto mismo, Dios conoce y domina todos los acontecimientos de la naturaleza. Son las ideas de providencia y de predestinación en la filosofía estoica.

 

D. La psicología.

 

El alma tiene también una estructura ígnea y que es una emanación de la divinidad. Se halla unida a Dios mismo por la razón, y en consecuencia, así como la naturaleza no hay casualidad, en el hombre no hay libertad. El hombre no puede modificar su destino. Quien no se somete a esta ley de fatalidad es arrastrado por el hado.

 

E. La ética.

 

La ética está basada en este principio fundamental: el bien consiste en vivir conforme a la naturaleza. Esto puede entenderse de dos maneras, porque de dos modos puede decirse la palabra naturaleza: individual y cósmica. Si nos fijamos en la naturaleza individual, estamos en el mismo punto de partida de los cínicos. Pero ha de tenerse en cuenta que el elemento superior de la trenza, tanto humana como cósmica, que es la razón. Vivir conforme a naturaleza significa, pues, vivir conforme a razón. Vivir conforme a razón es triunfar de las pasiones, dominarlas para conseguir la imperturbabilidad (apatía) y llegar a ser señor de sí mismo (autarquía). Tal es el sabio estoico. Nada le domina. Nada le turba. No pide que suceda lo que desea; se acomoda a los acontecimientos y quiere lo que sucede.

 

 

4. El historicismo romano.

 

Únicamente nos vamos a ocupar de las tres figuras capitales del estoicismo romano: Séneca, Epicteto, y Marco Aurelio.

 

A. Séneca.

 

Séneca nació en Córdoba (España) de una familia de literatos y políticos. Estudió en Roma y llegó a ser preceptor de Nerón, que terminaría por ordenar su muerte.

 

Sus obras principales son:

 

Cartas a Lucilo.

Naturalium quaestionum libri VII.

De ira.

De providentia.

De constantia sapientae.

De tranquilitate animi.

De clementia.

De vita beata.

De brevitate vitae.

De benificiis.

 

Séneca corrige muchos de los defectos de la doctrina general estoica. No se preocupa únicamente de las cuestiones de ética, sino que gusta de investigación de la naturaleza y del conocimiento de Dios y del alma. Los grandes temas de la filosofía vuelven a ser tratados por Séneca con gran penetración y profundidad. Aunque no parece haber llegado a la idea de un Dios personal distinto del mundo, abandona ya la concepción del panteísmo estoico. Tampoco acepta la doctrina antropológica estoica, sino que revive la concepción platónica sobre este punto.

 

Con esto, lo fundamental de la filosofía de Séneca sigue siendo la ética. La virtud es suficiente para la felicidad; los demás bienes, como la riqueza, los honores, etcétera, valen en cuanto subordinados a la virtud. Afirma con toda claridad la hermandad de todos los hombres, basada en su naturaleza común. Séneca se ocupa también de casos prácticos de moral. Aconseja el amor al prójimo y formula otras muchas ideas que el cristianismo naciente ponía ya en práctica. Estas circunstancias han dado pie para las supuestas relaciones epistolares entre Séneca y San Pablo. Algunos han llegado a sostener que Séneca se convirtió al cristianismo. No es cierto. Sí lo es, que se halla muy próximo al cristianismo en el campo del pensamiento. Tan cerca debieron considerarlo los primeros padres de la iglesia, que Tertuliano lo llama, considerando su proximidad a la verdad cristiana, Séneca saepe noster.

 

B. Epicteto.

 

Epicteto era liberto o esclavo manumitido (esclavo liberado), deforme de cuerpo, pero noble de espíritu. De sus obras poseemos las "Disertaciones", recopiladas por su discípulo Arriano, y el "Manual", lecciones del maestro extractadas en forma de máximas y coleccionadas también por sus discípulos. El bien y el mal no inexistente en el mundo exterior, sino únicamente en nosotros mismos. Su propia liberación de la esclavitud le traslada Epicteto al orden espiritual. La libertad interior va a consistir en el uso de nuestras representaciones, es decir, en el ejercicio del pensamiento. Los padres, los prójimos, los amigos, la reputación, la residencia misma no dependen de mí; depende, empero, el uso de mis representaciones: "nadie puede obligarme a pensar lo que no pienso". La moral de Epicteto está transida de religiosidad y se abre al reconocimiento de la presencia de Dios en el alma. Mientras todas las cosas de la dureza son dependientes, el hombre es libre, dueño de sí mismo, más que criatura, fragmento de la divinidad.

 

C. Marco Aurelio.

 

El emperador Marco Aurelio tiene un aire a algo más optimista que Epicteto. Su doctrina general sigues siendo la de la escuela. Mientras Epicteto y Séneca se dirigen a los demás, Marco Aurelio medita sobre sí mismo. No con carácter egoísta, sino para adquirir una plenitud de vida interior y volcarla después en frutos de universal utilidad.

“Se que soy un ser racional que tengo dos patrias: Roma, en cuanto soy Marco Aurelio, y el mundo, en cuanto soy hombre, y que el bien consiste en lo que sea útil a estas dos partes".

Los temas de sus meditaciones son los generales del estoicismo: la independencia de las cosas exteriores, el deber de beneficencia, la realización del bien como exigencia de la naturaleza humana, la unidad y la solidaridad de los hombres entre sí y con el universo, la preparación para la muerte... Ha de destacarse su teoría de la relación del hombre con Dios mediante la mente que tiene origen y carácter divinos. En Marco Aurelio se advierte ya una clara influencia del cristianismo.

 

 

5. Conclusión.

 

El estoicismo romano hizo progresar notablemente la temática filosófica del estoicismo antiguo, que resulta trascendido en doble línea. La física es rebasada hacia el estudio de los seres incorpóreos, iniciándose, al menos en Séneca, la investigación metafísica. La ética se prolonga también, cediendo el paso a la indagación religiosa. Por doble lado, pues, se anuncia la posición de la metafísica religiosa, que privara en la segunda etapa de la filosofía helenísticorromana. El sabio estoico sigue, en la más estricta fidelidad a su propia esencia, ni influido por el cristianismo ni influyente en las manifestaciones prácticas de los pensadores cristianos. Entre el estoicismo y la primitiva concepción cristiana del mundo podrán hallarse efectivas coincidencias materiales, pero siempre saltarán a la vista, por evidentes, las diametralmente opuestas concepciones formales. El estoicismo romano sigue siendo un producto típicamente pagano, y su mejor prolongación posterior afecta únicamente a la filosofía que tenemos calificada de antecristiana.

 

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La filosofía antigua: época helenísticorromana.

El escepticismo y el eclecticismo.

 

A. El escepticismo.

 

1. El escepticismo.

 

Las posiciones epicúrea y estoica favorecieron el desarrollo del escepticismo. Reconocida la preeminencia de la ética, a cuyas exigencias debe plegarse la concepción del universo (física) y la teoría del conocimiento (canónica y lógica), y subordinado con ello el pensamiento a la acción, la filosofía de la vida, no podía tardar en advertirse que a la vida práctica del sabio que busca la imperturbabilidad le cuadra mejor la abstención del juicio (que es tranquilidad en lo opinable), que la decisión sobre la verdad o la falsedad, el bien o el mal (que es turbación por el fracaso en conseguirla).

 

2. La filosofía escéptica.

 

Al comienzo de sus Hipotiposis pirrónicas, Sexto Empírico, contemplando el panorama ofrecido por el pensamiento filosófico de su época (el de las escuelas morales), concreta en tres las formas irreductibles de la filosofía. "Entre los que filosofan, unos afirman haber encontrado la verdad, otros dicen que no es posible encontrarla y otros continúan buscando. Creen haberla hallado los llamados dogmáticos, como los aristotélicos, epicúreos y estoicos; renuncian a ella los de la escuela de Clitómaco y Carnéades y otros académicos; la buscan los escépticos. De donde es lógico concluir que las formas últimas de la filosofía son tres: la dogmática, la académica y la escéptica". Una primera caracterización de la filosofía escéptica es, pues, ésta: búsqueda de la verdad. La filosofía escéptica se llama también inquisitiva, por la acción de inquirir y de indagar; abstentiva, por la actitud que resulta de la indagación; dubitativa, porque todo lo pone en duda, y pirrónica, porque fue Pirrón el primero que se entregó a la consideración escéptica de modo más pleno y manifiesto. Y viene ahora la definición del escepticismo: "El escepticismo es una facultad que, de cualquier modo, contrapone fenómenos y noúmenos, conduciendo, por el equilibrio de las razones opuestas, primero a la abstención, y, finalmente, a la imperturbabilidad”. Por donde se puede apreciar que la filosofía escéptica tiene el mismo principio e idéntico fin que el dogmatismo epicúreo y estoico: "el principio de la filosofía escéptica que es la esperanza de encontrar la imperturbabilidad"; "el fin del escéptico es la imperturbabilidad en lo que depende de la opinión y la moderación en lo necesario". Difieren, por el camino recorrido, por el modo de lograr el fin: "el principio constitutivo de la filosofía escéptica es el hecho de que a toda razón se opone otra equivalente, y esto es lo que obliga a no dogmatizar". El contenido de la filosofía escéptica es también sensiblemente idéntico a la epicúrea y estoica: comprende un tratado general y tres partes especiales: lógica, física y ética. Todo aparece esencialmente modificado, cuando, en rigor, todo se conserva igual. Lo importante a estas tres escuelas es el valor práctico y humanista del conocimiento filosófico.

 

3. El escepticismo antiguo o pirronismo.

 

El despliegue histórico del escepticismo en la edad antigua se adscribe a tres fases principales: El escepticismo antiguo o pirronismo, el escepticismo de la academia media y el escepticismo posterior o neopirronismo.

 

El escepticismo antiguo o pirronismo debe su nombre al fundador de la escuela, Pirrón de Elis (360-270), que enseñaba en Atenas ya en tiempos de Epicuro. Contra los epicúreos, negaba la validez de la sensación; contra los estoicos, la de la representaciones catalépticas; contra Platón y Aristóteles, el valor del conocimiento racional. Las cosas son incognoscibles. Conviene, pues, limitarse a reconocer los hechos tal como aparecen, sin pronunciarse acerca de su realidad. Hasta la ética ha de rechazarse todo dogmatismo. Como en el terreno teórico renunciamos a la verdad, en el campo práctico debemos renunciar al ideal.

 

Pirrón tuvo por discípulo a Timón de Flionte (241 antes de Jesucristo), primer expositor de la doctrina escéptica. A tres problemas capitales reduce el escepticismo pirrónico:

 

1. Cuál es la naturaleza de las cosas;

2. Qué actitud debemos adoptar respecto de ellas;

3. Qué resulta de esa actitud.

 

He aquí las soluciones propuestas:

 

1. Conocemos lo que sentimos (fenómeno) e ignoramos lo que está oculto (noúmenos o cosa en sí).

2. Debemos aceptar el fenómeno y rechazar o suspender el juicio sobre la cosa en sí (criterio de la sensación para la vida práctica y ausencia de criterio racional para la vida teórica).

3. Con la renuncia al juicio (afasia) resulta la imperturbabilidad (ataraxia) en las cosas opinables y la moderación en las necesarias.

 

 

4. El escepticismo de la academia media.

 

Está representado por Arcesílao de Pitane (315-240) y por Carnéades de Cirene (241-129). Bajo la influencia desbordante del pirronismo y en dependencia de Sócrates y de los sofistas, polemizan agudamente contra todo dogmatismo, especialmente contra epicúreos y estoicos. Estos académicos se colocan en un punto de máxima inestabilidad. Por una parte, en su oposición de los dogmáticos, se ven impulsados más allá del pirronismo: no sólo carecemos de un criterio para la verdad objetiva; es preciso negar el valor del criterio de la sensación, pues también los sentidos se contradicen y las apariencias engañan. La renuncia a la seguridad en el conocimiento teórico y en el práctico, a la verdad y al ideal debe ser completa. El sabio debe suspender el juicio y el asentimiento: sólo así logrará la tan deseada imperturbabilidad. Por otra parte, como la vida urge con la inaplazable exigencia de la acción, se impone una regla de conducta y, por tanto, un criterio. La prudencia, reguladora de la acción recta, lo impone, en efecto; Arcesílao lo encuentra en lo plausible y Carnéades en la representación persuasiva con sus tres grados de verosimilitud: representación persuasiva aislada; no contradicha al insertarla en el sistema de las demás, y examinada en todas sus partes.

 

 

B. El eclecticismo.

 

1. La filosofía ecléctica.

 

Ya se ha dicho que el eclecticismo surge como exigencia de transacción y fórmula de compromiso. El escepticismo ejerció entre los representantes del estoicismo medio y entre los neoacadémicos poderosa influencia, hasta hacerles abandonar la rígida posición del dogmatismo para buscar una base más segura y obtener el consentimiento necesario, a fin de resolver los problemas prácticos. De esta manera, todas las escuelas imperantes, efectuado el epicureísmo, van a parar al eclecticismo. El problema del conocimiento se traslada desde el campo teórico a la esfera práctica. La evidencia pierde su rango para convertirse en simple verosimilitud, sobre la cual resulta más fácil obtener un asentimiento universal. Este asentimiento universal, que en los comienzos es el fin intentado por los diferentes representantes las escuelas morales, se convierte pronto en signo práctico de la validez de los sistemas y criterio de admisibilidad de sus verdades. Con ello ha dejado el eclecticismo de ser mera tendencia para establecerse en sistema. Surgió así la filosofía escéptica como sistema moral de la conciencia común.

 

El despliegue histórico del eclecticismo en la edad antigua debe adscribe a tres fases principales: El estoicismo medio, la academia nueva y el eclecticismo romano.

 

2. El estoicismo medio.

 

Como ya quedó indicado, el estoicismo medio se convierte en eclecticismo. Tres son sus representantes capitales: Boeto de Sidón, Panecio de Rodas y Posidonio de Apamea.

 

Boeto de Sidón (111) es el primer estoico que se aparta del rígido dogmatismo de la escuela antigua. Injerta en el estoicismo la física platónica, planteándose el problema de la terminación del mundo y defendiendo su imposibilidad con argumentos de tipo muy variado que pueden reducirse a la idea de la procedencia y a los caracteres divinos del universo en incompatibilidad con la posibilidad de corrupción.

 

 

3. La academia nueva.

 

La academia nueva, en reacción contra escepticismo de la academia media, se convierte también en ecléctica con Filón de Larisa y Antíoco de Ascalona.

 

 

 

4. El eclecticismo romano.

 

El eclecticismo romano se haya típicamente representado por Cicerón (106-43), que en su juventud recibió en Atenas la enseñanza de los dos últimos académicos nombrados, Filón y Antíoco, y del estoico Posidonio. Tiene Cicerón grandes méritos por la gran recopilación de doctrinas de los diversos filósofos griegos que popularizó entre los romanos, por su contribución a la formación del lenguaje filosófico latino y por haber llevado la reflexión filosófica desde el ámbito de la moralidad al dominio de la comunidad política, derivando de las prescripciones éticas del derecho natural y armonizando con éste las prescripciones del derecho positivo regulador. Realizó así el imperativo del ahora en servicio de la grandeza política de su pueblo y de la nueva ciencia del derecho.

 

Las obras filosóficas de Cicerón son las siguientes:

 

De natura deorum.

De divinatione.

De fato.

Tusculanae disputationes.

De officiis.

De finibus bonorum et malorum.

De  republica.

De legibus.

De amicitia.

De senectute.

 

Cicerón acepta la doctrina de Carnéades sobre el conocimiento. En psicología admite la doctrina platónica sobre el alma. Del estoicismo admite la doctrina de la razón universal y la providencia. De Aristóteles recoge su concepción finalística y su doctrina de la felicidad. Resulta así el eclecticismo de Cicerón, en el cual queda únicamente excluido el epicureísmo. Admite también Cicerón la existencia de Dios, la espiritualidad y la inmortalidad del alma, la libertad de la voluntad, etc.

 

De esta manera, el eclecticismo, como filosofía del sentido común y manifestación de sus exigencias prácticas y sus necesidades espirituales en orden, sobre todo, a la existencia de Dios y a la inmortalidad del alma, preludia también el nuevo periodo de la metafísica religiosa.

 

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La filosofía en la edad antigua: época helenísticorromana.

La filosofía en la edad antigua: época helenísticorromana.

El neoplatonismo.

 

 

1. Las tres corrientes neoplatónicas.

 

Con el neoplatonismo la filosofía helenisticorromana va a dejar de ser, definitivamente, puro quehacer intelectual para convertirse en un modo de vida religiosa. Es sintomático a este respecto a que el utópico proyecto plotiniano de fundar una ciudad de filósofos con rasgos externos tomados de la "República", de Platón, pero internamente semejante a los primitivos cenobios cristianos. La Platonópolis plotiniana, mitad escuela filosófica, mitad convento religioso, nos ilustra suficientemente no sólo sobre las hondas diferencias del neoplatonismo respecto del platonismo, sino también sobre las profundas discrepancias de todo el movimiento de la metafísica religiosa en relación con las escuelas morales precedentes. Al mismo tiempo sirve para advertir, por contraposición, la radical novedad del cristianismo, determinante de nuevas situaciones para el filosofar ulterior.

 

Van a existir tres corrientes plenamente diferenciadas: la alejandrinoromana, la siríaca y la ateniense.

El neoplatonismo alejandrinoromana fue fundado por Ammonio Saccas (175-240). Tiene su máximo representante en Plotino (203-270), es el más grande pensador de la época: su obra resume y supere la doctrina helenística. Dos rasgos principales caracterizan el neoplatonismo de Plotino: un exaltado espiritualismo y un monismo emanantista. Su discípulo y biógrafos Porfirio de Tiro (232-304) tiende a convertir la filosofía religiosa del maestro en religión propiamente dicha. Con Porfirio adquiere virulencia la lucha contra el cristianismo en el orden de la filosofía.

 

El neoplatonismo sirio fue fundado por Jámblico (330), discípulo de Porfirio. En el sistema de Jámblico se sintetizan, con los momentos fundamentales de la emanación neoplatónica, el repertorio de los dioses del paganismo, amén de una serie de ángeles y de demonios. Transformada así la doctrina religiosa en una dogmática del politeísmo, fue aprovechada por los enemigos políticos del cristianismo, como Juliano el apóstata (emperador durante los años 361-363), que estableció el paganismo como religión oficial del estado. Edesio, discípulo de Jámblico funda la escuela neoplatónica de Pérgamo e introduce la magia, pretendiendo poner en comunicación las almas del mundo sensible con las del mundo inteligible.

 

El neoplatonismo ateniense tiene por precursor a Temistio (fines del siglo IV), por fundado a Plutarco de Atenas (432) a quien suceden Siriano y Hierocles, y por representante máximo a Proclo (410-485), con quien puede considerarse virtualmente terminada la filosofía pagana del mundo antiguo. No respondiendo, en efecto, las enseñanzas de la escuela ateniense a las convicciones cristianas que había prendido ya en la mayoría de sus discípulos, y patentizada la insuficiencia del neoplatonismo para satisfacer las exigencias de la conciencia religiosa, el año 529 dio un edicto el emperador Justiniano clausurándola definitivamente. Sus últimos representantes, Damascio, Simplicio e Isidoro abandonaron el país. Con esto la filosofía pagana ha concluido.

 

 

2. Plotino.

 

Mientras la síntesis filoniana se hace en contacto con la religión judaica, el neoplatonismo propiamente dicho, cuyo fundador fue Ammonio Saccas, y su representante capital, Plotino, surge como un sincretismo de la doctrina platónica y la religión pagana.

La vida de Plotino se caracteriza por la curiosidad intelectual y una extraña espiritualidad.

 

Plotino escribió numerosos tratados que, recopilados después de su muerte por su discípulo Porfirio y ordenados en seis grupos de nueve, recibieron, por eso, el nombre de Ennéadas. Estos tratados tienen un valor muy desigual, pero en conjunto es la más genial de cuantas produjo la filosofía griega de este Aristóteles. La influencia de las Ennéadas fue muy considerable en los primeros tiempos de la filosofía cristiana.

 

El punto de partida es Dios. Plotino busca la realidad primaria, origen y fundamento de toda otra realidad.

Es el Uno, la plenitud de ser, de la divinidad y del bien.

El Uno rebosa y se expande, dando origen, por emanación, a nuevos seres. El Uno no encierra en sí composición alguna. No puede ser, por consiguiente, materia, porque a la materia conviene esencialmente estar formada por partes extensas. Tampoco puede ser espíritu, porque en el espíritu se da, al menos en función del conocimiento, la dualidad sujeto-objeto. El Uno está por encima de la materia y por encima del espíritu. Es más, sin el Uno no podría existir ni la materia plural ni el espíritu dual. Pluralidad y dualidad proceden de la unidad. No se queda todavía satisfecho con esto Plotino. Si bien se examina, la materia y el espíritu se reparten la totalidad del ser. Por consiguiente, el Uno está por arriba del ser. La perfección infinita del Uno lo coloca más allá de toda determinación concebible, y sólo puede ser expresada por vía de negación. Del Uno ha de negarse toda perfección infinita. Este es el sentido de la teología negativa de Plotino.

 

Con todo esto, alguna determinación positiva hace Plotino del Uno. Dice de él, por de pronto, que es el primero. Además, es energía, vida en su máxima plenitud, capaz de rebasar de sí mismo para dar origen a todas las cosas.

 

Del Uno, dijimos proceden por emanación todas las cosas. Ello se verifica merced a un proceso de causaciones en degradación creciente que, partiendo del Uno, terminan en la materia; que, naciendo en el bien, termina en el mal.

 

Del Uno procede, en primer término, el nous, el espíritu, una especie de duplicación del Uno. El nous piensa al Uno por reflexión. Hay ya en el nous dualidad de sujeto pensante y objeto pensado. En el nous se alojan las ideas, todo el mundo inteligible, el cosmos noetós del que hablara Platón.

 

Del nous procede el alma a modo de duplicación. El alma es engendrada por el nous por reflexión. Esta alma es un alma cósmica, un alma del mundo. Las almas individuales, por ejemplo, el alma humana, de las que hablaremos después, son una parte del alma del mundo. El alma recibe del nous las ideas.

 

El alma engendra la materia y origina el mundo sensible. Esto ha de entenderse como sigue: la materia es una especie de no ser engendrado por el alma. El mundo sensible se origina al imprimir el alma sus ideas en la materia. Cada cosa se constituye, pues, de un elemento positivo (la idea que pone el alma) impreso en un factor negativo (la materia). También en Platón las cosas del mundo sensible eran mezcla de ser y no ser; se componían de una forma (idea, o mejor, participación de una idea) y de una materia, que propiamente no es.

 

De esta manera, el proceso de emanaciones sucesivas que comenzaba en el Uno, en el bien, termina en la materia, en el mal, fuente de toda imperfección. En este proceso descendente, que procede a modo de causalidad eficiente, ha de ser recorrido en dirección opuesta, siguiendo una marcha ascendente, teológica. Por la causalidad eficiente venimos de Dios. Por la causalidad final volvemos a Dios. A la marcha de procesión de Dios habrá de corresponder un movimiento de conversión a la divinidad.

 

Con esto pasamos a la psicología y a la ética. Plotino toma de Platón, quien a su vez lo había hecho de los pitagóricos, la idea del origen del hombre en una caída y la reintegración del alma a los lugares celestes. Las almas humanas viven, en efecto, en el cosmos inteligible; en virtud de una tendencia a comerciar con la materia, caen en el mundo sensible, hundiéndose en un cuerpo. Así, el hombre se compone de alma y cuerpo. No es el cuerpo quien sostiene el alma; antes al contrario, es sostenido por ella. El alma no se aloja en una parte del cuerpo sino que está toda ella en todo el cuerpo. Aun después de la caída, y por su actividad superior, sigue el alma viviendo en el mundo inteligible del nous, y aún aspira a unirse con el Uno. El alma apegada a la materia no logra la vuelta al mundo inteligible; con la muerte del hombre transmigra a un animal o, incluso, a un vegetal. Las almas puras vuelven al cosmos inteligible y algunas veces al Uno.

 

La ética de Plotino ha de entenderse en función de esta vuelta del alma a Dios. La virtud propiamente es el ascender hacia la perfección, que habrá de culminar en la unión con Dios. Este ascenso comprende tres grados. El primero es la ascesis, el ejercicio de renuncia de las cosas materiales sensibles: su virtud es la catarsis. El segundo es la contemplación de la verdad y de la belleza espiritual, realizando las virtudes teoréticas. El tercero es el éxtasis, es decir, el estar fuera de sí y en estrecho contacto con la divinidad. El éxtasis es privilegio de las almas más puras. Cuando se verifica, el alma se sumerge en la divinidad, se convierte en el Uno, literalmente se diviniza. La mística de Plotino es también panteísta.

 

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